Renovación moral para principiantes
Acá uno nunca queda bien con nadie, y eso está bien. Los trolls, como bien sabemos, necesitan su alimento y están protegidos, según entiendo, por la Semarnat. Estamos perdiendo a la totoaba, no vayamos a perder a estas dulces criaturas que con sus acciones y linchamientos le dan a las redes sociales mucha dignidad.
Esto lo digo porque me parece que el problema de los continuos linchamientos y trolleos con los que nos divertimos y entretenemos todos los días en las redes sociales son producto, en buena medida, en que hay una falta terrible de lectura de comprensión a la hora de leer entre líneas los designios del próximo gobierno. Digo, no sé a ustedes, pero me parece increíble que todavía haya quien piensa que cuando se plantea una constitución moral, no es que a todos los vayan a poner a rezar el rosario o a hacer la primera comunión o a llenar solicitudes para pertenecer a una secta satánica o narcoapostólica ni nada de eso, como suponen algunos de nuestros más ilustres y notables pensadores contemporáneos.
Digo, ya están como aquellos que ante la propuesta de amnistía, coquetean con la imagen de Amlove, llavero en mano, abriendo todas las celdas para que los malos de malolandia salieran de sus celdas para que siguieran haciendo de las suyas.
Quizá estemos un poco ciscados con aquella inolvi- dable renovación moral que enarbolaba Miguel de la Madrid, misma que fue coronada con la llegada con uno de los más admirables personajes de la vida nacional, el inigualable, admirable y venerable, Charly Salinas. (Tanto así que en medio de las escaramuzas desatadas por el nombramiento de Darth Bartlett, todo el mundo ha evocado el fraude del 88 como una de las grandes perradas de la historia —incluyendo aquellos valientes intelectuales que se hicieron como tío Lolo a la hora buena—, pero parece que nadie recuerda quién fue el verdadero beneficiario para bien del país y su capacidad para ser resiliente, pariente). Y es natural, lo que esperábamos que fuera una verdadera lucha contra ese espíritu carroñero que dejó López Porpillo se convirtió en una mala broma que, sí, amigo millennial, nos dejó un poco ciscados.
Sin embargo, lo que se entiende por Constitución moral es en realidad una forma de cerrarle el paso al pequeño saqueo de las arcas nacionales que se convirtió en bonito símbolo de los últimos sexenios que encontró su momento cumbre entre quienes representaban al nuevo PRI. Algo que sin duda está mal, pretender combatir las maravillas de la Loca Academia de Javidús del tricolor y uno que otro blanquiazul. Esa vida de pachás con impunidad incluida que se volvió totalmente aspiracional para quienes deseaban ser alguien en la vida.