ALGO QUE VALE LA PENA CONTAR
L a figura del ser supremo y omnipotente, ha existido de manera obligada desde siempre en la historia de la humanidad. “Dioses” que independientemente de nuestra ubicación geográfica, religión, estrato social, edad o nivel de conocimiento, hacen patentes sus necesidades de devoción y sacrificio; de eso se trata, de eso se alimentan, por ello nos necesitan, si de pronto desaparecen de la órbita humana, los dioses también mueren.
“Eshu” y “Oggun”, en África; “Huitzilopochtli” y “Quetzalcóatl”, en América; en Oriente, “Guan Yu” y “Benten”; aterrizando en Egipto, “Horus”, “Isis”, “Osiris” y “Ra”; por mencionar sólo algunos del partenón griego: “Hades”, “Zeus”, “Afrodita” y “Apo- lo”; sin olvidar a los hindús “Brahma” y “Vishnú” o a los romanos, “Venus”, “Baco” y “Minerva”; y ni que decir de los terribles nórdicos “Odín”, “Thor” y “Heimdal”.
Ahora bien, todos los antiguos, los que nacieron junto al comienzo de la civilización y por supuesto los que han ido evolucionando, tienen un factor en común, absolutamente todos, coinciden en un punto medular: El “sacrificio”. Porqué desde siempre los dioses para estar contentos han requerido del sacrificio como denominador común. Decía Ronaldo Vainfas: “Cada cultura ha presentado una justificación para los sacrificios humanos, las sociedades arcaicas sacrificaban para comulgar con los dioses y por miedo, los nazistas para purificar la raza, y la inquisición para purificar la fe”.
A través del sacrificio los dioses se alimentan y están contentos favoreciendo con sus bendiciones a los adoradores.
Hoy existen “dioses nuevos” que se mantienen presentes de manera cotidiana en el ánimo de nuestras mentes, deseos y vidas. El dinero, el poder, la política, las finanzas, la tecnología, la ciencia, la televisión, los deportes, los artistas, todos, dioses a los que técnicamente no les sacrificamos la sangre, pero si nuestro tiempo, dinero, atención, y les hacemos patente nuestra devoción e idolatría. Inconscientemente continuamos rindiendo pleitesía a esos dioses y en ese ánimo de realidad, siempre estarán bendecidos por la inmortalidad.
Somos lo que hemos leído y esta es palabra de lector.