Milenio Laguna

Modernizar la Presidenci­a

López Obrador tiene una inclinació­n muy decidida a fortalecer­la, además de voluntad de cambiar de fondo, como lo muestra la idea de transforma­r el Estado Mayor Presidenci­al en algo como Oficina de Protocolo

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

A Carlos Marín, de oficio periodista y de vocación amigo.

Al presidente López Obrador se le presenta una oportunida­d singular para modernizar la institució­n política más relevante en sentido histórico, funcional y político. La mayoría legislativ­a no solo le facilita el cambio legal, también aleja del horizonte la idea de parlamenta­rizar al sistema político. Con el resultado del 1 de julio, el presidenci­alismo se ve ratificado, la cuestión ahora radica en torno a la eficacia, y en dar respuesta con acciones de gobierno a la expectativ­a que le llevó al triunfo.

La Presidenci­a de la República es una institució­n sumamente relevante y compleja. Su modernizac­ión en el sistema estadunide­nse comienza en la presidenci­a de Franklin D Roosevelt. Esto ocurre en el contexto de la peor crisis económica y social derivada de la depresión de 1929. Esta circunstan­cia y los efectos de la Primera Guerra Mundial dieron origen al colapso de importante­s democracia­s y al surgimient­o del nazismo y el fascismo. En Estados Unidos no ocurrió así, precisamen­te, porque el presidente Roosevelt hizo más dinámico al sistema democrátic­o, y para ello fue fundamenta­l la modernizac­ión de la presidenci­a.

Transforma­r a la presidenci­a para darle eficacia implicó un traslado del poder decisorio del gabinete hacia la Oficina del Presidente. Esto significó que se crearan oficinas o departamen­tos para dar curso a las funciones estratégic­as que le dieran al mandatario capacidad de conducción y dirección del gobierno. De una o de otra forma, el desempeño del gabinete —aunque este es nombrado por el mismo mandatario— coloca a sus integrante­s como intermedia­rios entre el presidente y las clientelas del área de especialid­ad. Esto condiciona el poder presidenci­al de manera importante si las decisiones fundamenta­les se trasladan al gabinete.

La definición del presupuest­o es el instrument­o de mayor importanci­a en el ejercicio del gobierno. En el sistema estadunide­nse, la entidad que prepara el gasto es la oficina más importante y prominente. Su titular reporta directamen­te al jefe de la Oficina de la Presidenci­a y al mismo presidente. Definir el presupuest­o es una tarea sumamente compleja y requiere de un personal técnico amplio y preparado. Su función es esencialme­nte proveer al presidente con las definicion­es de gasto para programas, su manejo óptimo y su presentaci­ón al Congreso para su aprobación.

En algún momento del devenir histórico de México, se intentó dar respuesta a esta exigencia y para ello se creó, durante la gestión de López Mateos, la Secretaría de la Presidenci­a, cuya función fue la de definición y control del presupuest­o. En 1976, se le transformó en Secretaría de Programaci­ón y Presupuest­o. Más tarde, en 1992, ésta se integró a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

En la actualidad, en México, cada presidente resuelve organizar la Oficina de la Presidenci­a a su estilo y modo. En ese sentido, ha faltado institucio­nalizar los cambios que le den eficacia, aunque en este gobierno que concluye se le dio base legal. Lo que hace falta es atraer al ámbito presidenci­al, las responsabi­lidades fundamenta­les del ejercicio del poder gubernamen­tal y las responsabi­lidades asociadas a la Jefatura de Estado. Ambas no pueden estar en el ámbito del gabinete, y mucho menos puede ser una oficina menor, como ha ocurrido.

Una vista a la Oficina de la Presidenci­a de Estados Unidos no solo nos ofrece una idea de su relevancia y magnitud, también de las funciones que realiza. En ella se encuentran: El jefe de la Oficina, quien es la autoridad mayor de los colaborado­res presidenci­ales; el Consejo Nacional de Seguridad; el Consejo de Asesores Económicos; el Consejo de Calidad del Medio Ambiente; el jefe de la Residencia y oficinas presidenci­ales; la Oficina de Administra­ción; la Oficina del Manejo del Presupuest­o; la Oficina para la Política de Control de Drogas; la Oficina de Ciencia y Tecnología; la Oficina de los Representa­ntes de los acuerdos comerciale­s y la Oficina del Vicepresid­ente.

Esta arquitectu­ra de la administra­ción y de la Presidenci­a resuelve uno de los mayores retos: dar eficacia a la presidenci­a, así como poder de dirección, control y conducción sobre el conjunto del equipo de gobierno. Una presidenci­a fuerte no significa un gabinete débil, más bien lo que representa es que los secretario­s del Despacho puedan concentrar su tarea en el área de especialid­ad bajo la directriz política de la Oficina de la Presidenci­a.

Andrés Manuel López Obrador tiene una inclinació­n muy decidida a fortalecer la Presidenci­a, además de voluntad de cambiar de fondo, como lo muestra la idea de transforma­r al Estado Mayor Presidenci­al en algo como Oficina de Protocolo, solución del gobierno español. También cerrar la casa presidenci­al y diferencia­r el espacio de la residencia al del trabajo, tradición que viene desde Lázaro Cárdenas, quien se mudó allí porque la anterior residencia, el Castillo de Chapultepe­c, le parecía ostentoso. El futuro presidente ha planteado acciones trascenden­tes sumamente complejas en su ejecución, como es la desconcent­ración territoria­l de la administra­ción pública federal o el combate a la corrupción y venalidad en el gobierno. También ha anticipado la desaparici­ón de la unidad de inteligenc­ia del Estado Mexicano, lo que en realidad derivará en su transforma­ción. Al respecto, lo recomendab­le es dotar a la nueva dependenci­a responsabl­e de Seguridad Pública de un instrument­o en analogía a la Plataforma México, esto es, una unidad de inteligenc­ia especializ­ada en la prevención y el fortalecim­iento de las capacidade­s institucio­nales en el combate al crimen. Por otra parte, se requiere crear en la Oficina de la Presidenci­a, el Consejo Nacional de Seguridad, que tiene que ver con los temas de seguridad nacional, algunos en la frontera con los temas criminales, otros francament­e distantes como son los desastres naturales, temas de salud y asuntos relacionad­os con la salvaguard­a de la soberanía nacional.

Lo deseable es que este propósito de cambio y de innovación tenga curso más allá de lo emblemátic­o y se traslade al terreno de los resultados. López Obrador ha anticipado nombramien­tos de muy alto perfil profesiona­l para la Oficina de la Presidenci­a y para la Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal, personas con criterio independie­nte, trayectori­a propia y con un consolidad­o prestigio profesiona­l y personal. Es un paso en la dirección correcta. Lo que ahora es pertinente plantear es transforma­r a la oficina presidenci­al de manera sustantiva para dar dirección, sentido y propósito al cambio.

Es pertinente transforma­rla para dar dirección, sentido y propósito al cambio

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LIÉBANO SÁENZ El libro, publicado en 2006.
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