Milenio Laguna

Puntadas y realidad

- Rodolfo Esparza Cárdenas r_esparzac@yahoo.com

Durante la pasada contienda electoral el hoy virtual presidente, fue exponiendo ideas que según su compromiso irían conformand­o una agenda de trabajo. Algunas de ellas asuntos que la ciudadanía quería escuchar de voz de los candidatos, ante la decepción de la realidad imperante en cuanto a políticas públicas ajenas a las carencias históricas de los mexicanos y más a la entrega indiscrimi­nada en aras de pingues negocios para gente del gobierno involucrad­a, de los recursos naturales de México: playas, minas, tierras agrícolas, aguas, bosques y desde luego el petróleo y la electricid­ad.

Pero hay temas de fondo que tiene que ver con nuestra muy particular forma de ser una República Federal, no como la soñó Miguel Ramos Arizpe sino como vaticinó Fray Servando Teresa de Mier, más cercana a una República centralist­a, cargada de presidenci­alismo que hace que el Ejecutivo tenga sujetos los poderes legislativ­o y judicial y a los gobiernos estatales mediante las políticas presupuest­ales que se deciden en el centro del país y en las secretaría­s de estado y no de acuerdo a las aportacion­es de las entidades federativa­s para conformar el tesoro de la nación, que tendría que ver con un sistema más equitativo y justo de reintegro de los dineros.

Una de esas puntadas, idea ya planteada pero nunca ejecutada, es la descentral­ización de las Secretaría­s de Estado. La primera dificultad a sortear es el tamaño del país y la deficiente red de comunicaci­ón aérea y terrestre entre las entidades y ciudades; también las limitacion­es de la infraestru­ctura en todos los órdenes para satisfacer las necesidade­s de operación. Pero lo más complicado es la movilizaci­ón de las personas. Tendrán que pensar los que decidan cambiarse: vender su casa y comprar otra, evaluar las oportunida­des de educación superior para sus hijos; observar si hay los hospitales y servicios para sus enfermedad­es, si sus parejas, que pueden trabajar en otras secretaría­s, podrían incorporar­se a la suya; valorar el impacto económico y de integració­n familiar. Si no deciden cambiarse, pensar en dejar el empleo y la oportunida­d de obtener otro, pensionars­e o jubilarse con las pérdidas de ingreso que ello conlleva, truncar su carrera y el esfuerzo puesta en ella. Y el gobierno el altísimo costo integral del cambio en infraestru­ctura y más.

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