Puntadas y realidad
Durante la pasada contienda electoral el hoy virtual presidente, fue exponiendo ideas que según su compromiso irían conformando una agenda de trabajo. Algunas de ellas asuntos que la ciudadanía quería escuchar de voz de los candidatos, ante la decepción de la realidad imperante en cuanto a políticas públicas ajenas a las carencias históricas de los mexicanos y más a la entrega indiscriminada en aras de pingues negocios para gente del gobierno involucrada, de los recursos naturales de México: playas, minas, tierras agrícolas, aguas, bosques y desde luego el petróleo y la electricidad.
Pero hay temas de fondo que tiene que ver con nuestra muy particular forma de ser una República Federal, no como la soñó Miguel Ramos Arizpe sino como vaticinó Fray Servando Teresa de Mier, más cercana a una República centralista, cargada de presidencialismo que hace que el Ejecutivo tenga sujetos los poderes legislativo y judicial y a los gobiernos estatales mediante las políticas presupuestales que se deciden en el centro del país y en las secretarías de estado y no de acuerdo a las aportaciones de las entidades federativas para conformar el tesoro de la nación, que tendría que ver con un sistema más equitativo y justo de reintegro de los dineros.
Una de esas puntadas, idea ya planteada pero nunca ejecutada, es la descentralización de las Secretarías de Estado. La primera dificultad a sortear es el tamaño del país y la deficiente red de comunicación aérea y terrestre entre las entidades y ciudades; también las limitaciones de la infraestructura en todos los órdenes para satisfacer las necesidades de operación. Pero lo más complicado es la movilización de las personas. Tendrán que pensar los que decidan cambiarse: vender su casa y comprar otra, evaluar las oportunidades de educación superior para sus hijos; observar si hay los hospitales y servicios para sus enfermedades, si sus parejas, que pueden trabajar en otras secretarías, podrían incorporarse a la suya; valorar el impacto económico y de integración familiar. Si no deciden cambiarse, pensar en dejar el empleo y la oportunidad de obtener otro, pensionarse o jubilarse con las pérdidas de ingreso que ello conlleva, truncar su carrera y el esfuerzo puesta en ella. Y el gobierno el altísimo costo integral del cambio en infraestructura y más.