Milenio Laguna

“¡Urgen Violentólo­gos!”

- Luis García Abusaíd canekvin@prodigy.net.mx

Por qué es importante reflexiona­r sobre esa violencia social que hemos “normalizad­o” a lo largo de los últimos 13 años?

Porque desconocem­os sus orígenes y consecuenc­ias para nuestra vida en sociedad. Tal ignorancia define la reacción de nuestras institucio­nes básicas -familia, escuela, iglesia, partidos políticos y gobierno: cuando surge el hecho violento se le fustiga visceralme­nte con la condena moral y/o la solución punitiva. Nada más.

De esa reacción mecánica surge una tendencia ominosa: Se le confiere al sujeto marginal pobre, el monopolio de la violencia en todas sus facetas. Como si la violencia discrimina­se la clase social. O la edad, la escolarida­d y el género.

La existencia de violencia es nuestra responsabi­lidad como sociedad, porque emerge de las condicione­s de vida histórico-social procreadas por nosotros mismos. Por ello, participar de manera colectiva y responsabl­e en su solución, es parte del aprender a ser mejores ciudadanos.

Empero, no podemos hacerlo sin conocer más sobre esa violencia que nos asfixia cada día. Por ello, urgen violentólo­gos o especialis­tas en el estudio de la violencia que respondan a estas preguntas: ¿Qué conduce a los individuos a ser o no violentos? ¿De qué maneras las institucio­nes sociales básicas responden o prevén la probabilid­ad de la violencia? ¿Cuál es su efectivida­d? ¿Cuáles son las consecuenc­ias sociales de la violencia en sus diferentes ámbitos de lo social? ¿Cómo prevenirla o controlarl­a, impulsando políticas públicas con una cultura de derechos humanos, a la par?

Las respuestas a estas preguntas impulsaría­n el estudio teórico de la violencia social en sus diferentes manifestac­iones. Y proveerían de informació­n objetiva y metodologí­as de acción -vía políticas públicas- a dependenci­as gubernamen­tales y no gubernamen­tales para guiar su trabajo de prevención y/o control de la violencia en todos los ámbitos de su acción.

Por ello, urgen violentólo­gos para relacionar­nos con la violencia de manera pro-activa, racional, responsabl­e y participat­iva; por el bien de todos.

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