Oferta y demanda (jurídica)
La ex (y, por lo que veo con temor, futura) líder del SNTE, Elba Esther Gordillo, anunció a través de su abogado Marco Antonio del Toro que demandará al periodista Carlos Loret de Mola por daño moral, lo que acaso constituya uno de los actos políticos más torpes de que se tenga noticia en memoria reciente.
Carlos — que, como es sabido, es mi amigo y fue mi jefe a lo largo de 11 años, lo que es mi deber moral consignar y sin embargo se antoja del todo irrelevante para efectos de este asunto— es una figura sobre la que, si se quiere, la opinión está dividida: muchos lo admiramos, algunos pocos cuestionan su sistema de valores y su agenda — que a esos muchos nos parecen en lo fundamental los de un periodista solvente y con criterio independiente—, acaso por no coincidir con la propia. Pero se trata de una figura que concita amplio respeto — o, en el peor de los casos, distancia— con la imagen de un ciudadano probo y trabajador. Por el contrario, con la excepción de sus clientelas políticas y de los actores con los que establece alianzas que siempre se han revelado coyunturales, Gordillo es una de las figuras públicas más impopulares de nuestro país, como lo muestra un estudio de opinión realizado en 2015 por Parametría, que arrojara una opinión efectiva —la que resulta de restar las opiniones negativas a las positivas— de -73 por ciento, y como lo confirma el rechazo amplio en la opinión pública que ha generado su liberación.
El resultado de su lance ha quedado claro: una aplastante solidaridad —a la que me sumo— no solo de la comunidad periodística sino de la ciudadanía misma con Loret y un renovado repudio a la mujer que es en buena medida responsable no solo del grave rezago educativo que vive nuestro país sino del ejercicio y fomento de los vicios corporativos que lastran nuestras elecciones y nuestra democracia. Decisión errada, pues, la de Gordillo, que no solo eleva los bonos de Loret en la opinión pública sino que nos recuerda que, para ser víctima de daño moral, es preciso, primero, tener moral.