Pesos y contrapesos
La corrupción, la inseguridad y la impunidad fracturaron el Estado de Derecho y han provocado el deseo de un régimen autoritario que restablezca la paz y el orden.
En su momento, se imputó la falta de resultados de Fox y Calderón a la renuencia de la oposición, y se aseguró que lo deseable es que hubieran tenido la mayoría en el Congreso de la Unión.
Hoy, paradójicamente, en esos corrillos se critica el poder avasallador del presidente electo, López Obrador. Pero muchos que así piensan no reniegan del autoritarismo, critican porque lo que quisieran es que fuera de derecha.
El riesgo de llegar a un régimen dictatorial empeora por la debilidad de la oposición dispersa en múltiples partidos, la polarización social y la posibilidad de que las fuerzas económicas no tengan una vía efectiva para la protección de sus intereses.
La fractura del Estado de Derecho y la concentración de los poderes ejecutivo y legislativo en un solo partido, o mejor dicho en un solo hombre, han creado una encrucijada que exige una profunda reflexión.
Los elementos para esa reflexión, a mi parecer, son los siguientes: I. La concentración de poderes atenta contra la libertad. II. Para que la democracia no sea una dictadura de la mayoría política, es indispensable el respeto a la diversidad de pensamiento, y la participación de las distintas fuerzas socioeconómicas en las decisiones fundamentales.
Creo que el camino legal y efectivo que hay para poner en acción esas reflexiones, es que los partidos con ideologías y principios coincidentes conformen una gran alianza que pueda erigirse como una oposición fuerte y decisiva.
Todos deberíamos desear y colaborar para el éxito del nuevo gobierno, pero sin ignorar que la necesidad de limitar el poder es un imperativo democrático.