Milenio Laguna

La construcci­ón de esta iglesia del Señor de Mapimí en Flor de Jimulco data de 1997.

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Las tradiciona­les carretas que ese día llegan a hacer recorrido de hasta 30 kilómetros, ya que llegan a la comunidad de La Flor de Jimulco de comunidade­s lejanas en caravana. La tradición lleva más de 303 años de fervor en la región por la forma en que fue descubiert­o este Cristo, sus caracterís­ticas y lo que representa para la comunidad lagunera y que comparten Cuencamé, Durango, así como Flor de Jimulco, en Coahuila.

En procesión, una réplica de la imagen los recibe a la entrada de la comunidad; el sacerdote les da la bendición a los fieles con cantos, rezos y grupos de danzantes, recorren a pie y en carreta varios kilómetros, también escoltados por experiment­ados jinetes montados en sus caballos de escaramuza.

La primera escala fue el campo de béisbol donde los danzantes y jinetes mostraron su devoción con diversos rituales y suertes a caballo, en torno a la imagen del Señor de Mapimí. Una a una, las familias en carreta van tomando camino para ascender al cerro donde se ubica el recinto religioso. Quienes lo hacían por las escalinata­s, tenían que recorrer primero el pasillo comercial donde se vendían artesanías, comida, y diversos artículos.

Las pintoresca­s carretas se acomodan alrededor del templo, pues permanecie­ron ahí hasta el día siguiente, velando a lo largo de la noche al santo patrono. Al entrar al templo, los fieles se forman hasta el altar frente al que es colocada la imagen del Señor de Mapimí, se acercan a besarlo; ahí reciben un cordón bendito, que tradiciona­lmente los hermanos de la cofradía colocan a cada persona en la muñeca como símbolo de su adoración, aunque sus colores no tienen mayor significad­o, según explicó uno de los ministros. “Las gracias te vengo a dar, de haber llegado hasta aquí. Y hoy te vengo a saludar, oh Señor de Mapimí”, entonaron todos los devotos al interior del recinto; y así cantaron a lo largo de varias horas durante la noche. Este canto religioso cardenche, erizó e hizo llorar a muchos de los presentes.

La construcci­ón de esta iglesia del Señor de Mapimí en Flor de Jimulco data de 1997, a donde ascienden los devotos, subiendo por 78 escalones al estar ubicada en lo alto de un cerro, a aproximada­mente 300 metros de altura.

Ya era jueves por la mañana, se celebró la misa para dar por terminada la fiesta a este Cristo. Nadie quería irse. La gente quería seguir tocando la imagen; el canto cardenche volvió a hacerse presente, a una sola voz, mujeres, hombres, niños, jóvenes, cantaron a manera de lamento estremeced­or: “Adiós... adiós; adiós mi Jesús querido. Mi Señor de Mapimí...”.

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