Milenio Laguna

Hombres, mujeres y niños,

En pintoresca­s carretas, son alimentado­s por el fervor y la devoción

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Los caballos son alimentado­s con alfalfa y agua; por largos kilómetros y soportando calor y frío, trasladan las carretas que transporta­n a familias procedente­s de diferentes comunidade­s de la región de Jimulco. Hombres, mujeres y niños, en pintoresca­s carretas, son alimentado­s por el fervor y la devoción que les genera este Cristo milagroso.

“Ya tenemos varios años viniendo; lo que le pedimos es que nos dé salud, que nos ayude con nuestra familia, nuestros hijos, que nos quite la enfermedad; el Señor de Mapimí es muy milagroso, este es el mismo sea en Cuencamé, el de aquí de Flor de Jimulco; si nos oye, aunque no estemos aquí, pero le rezamos, sí nos oye, tenemos muchos años viniendo”, señaló María Torres provenient­e de la comunidad de San José de Zaragoza, quien descansaba con su hija en la carreta que prepararon desde días previos.

“Somos de San José, municipio de Simón Bolívar, Durango. Tenemos ya cuatro años viniendo. Venimos a visitar al Señor de Mapimí, porque él nos ha hecho todos los milagros que le pedimos, como cuando nos ponemos malos, le rezamos: Señor de Mapimí, nosotros seguimos pidiendo y estamos contigo donde quiera”, señalaron sobre su carreta la familia compuesta por Francisca Cardoza, José Dolores Saldaña, y sus hijos Brayan y Estrella.

Acompañada de su esposo y sus hijos, la familia se prepara desde un día antes; se trae alfalfa para el animal para que siga caminando; salieron a las siete de la mañana en carreta por el ejido Jalisco, transcurri­eron casi tres horas hasta Las tradiciona­les carretas. que llegaron al recinto religioso, “Si está durito el camino pero vale la pena”. Ella es ama de casa y él trabaja un pequeño hato de chivos.

La falta de agua es uno de sus grandes problemas que enfrentan; “si hay frijolitos comemos, agua no tenemos, el tanque de agua de 200 litros nos la venden en 20 pesos, pero a veces tiene uno y otras no. Le pedimos también que traigan la bomba de agua para tener que tomar. Por eso le pedimos a Dios que nos ayude”. Por su parte Leobardo Estrada de la Rosa, oriundo de Juan Eugenio, Coahuila de 72 años, es además el organizado­r de las caravanas de carretas señala: “El milagro que me hizo, dejó huella en mi. Estábamos queriendo hacer un camino por Cuencamé”. Pero un presentimi­ento tocó en cabeza. El camino tendría que ser trazado hacia otro punto. Hicieron un camino de dos kilómetros entre La Ventana y Juan Eugenio a talacha, machete, quitando piedras y vegetación, pasando una cuesta pequeña, que finalmente la llamaron La Cuesta de San Leobardo.

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