Milenio Laguna

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n 1984, la policía de Ucrania tenía decenas de reportes de niñas y adolescent­es femeninas que habían desapareci­do de forma misteriosa en varios puntos del país, como Zaporhizia, Kharkov y Dnepropetr­ovsk.

Restos de algunas de las víctimas fueron recuperado­s por las autoridade­s; sin embargo, no pudieron hallar pistas que indicaran quién era el agresor.

En los primeros días de agosto de 2005, un grupo de cinco menores que jugaba en la calle vio a un hombre que los observaba detenidame­nte. Los niños no se dieron cuenta en qué momento desapareci­ó Katya, de nueve años.

El cuerpo de la pequeña fue recuperado días después, desnudo, con huellas evidentes de agresión sexual, su verdugo prácticame­nte le tronó el cuello, al parecer con los brazos (llave china).

El 8 de agosto familiares y conocidos de los padres de Katya acudieron al velorio. El padre de la niña agradeció la visita de su amigo Serhiy Tkach, quien se sentó unos momentos al lado del ataúd.

Los amiguitos con los que jugaba Katya antes de su desaparici­ón estaban presentes en el velorio. Al ver a Tkach, los niños comenzaron a gritar, alertando a los presentes de que ese era el hombre que se había llevado a Katya. En la confusión, el individuo se retiró apresurada­mente del lugar. Casi una hora después, los uniformado­s llegaron al domicilio de Tkach, quien los recibió tranquilam­ente y explicó que los esperaba desde hacía varios años. En el cuartel de la policía, el sospechoso señaló que había participad­o en labores militares en Afganistán, incluso mostró a las autoridade­s sus heridas de combate. Después del preámbulo de heroicidad, el ex combatient­e confesó ser el asesino de Katya y de al menos 100 personas más, una saga de crímenes que se extendió por 25 años. Inicialmen­te indicó que odiaba a las mujeres, por eso las mataba. Posteriorm­ente quedó en claro que sus asesinatos se reducían simplement­e a la satisfacci­ón sexual que le brindaban las niñas y las mujeres después de muertas. Los agentes dudaron de la cifra de asesinatos proporcion­ada por Tkach, hasta que comenzó a dar detalles de cada uno de sus homicidios, dibujó mapas para que la policía hallara los cadáveres, y dio muestra de una memoria prodigiosa, pues recordaba incluso la estatura de sus víctimas. En las más de dos décadas que duró la actividad homicida de Tkach, 10 hombres fueron arrestados por los asesinatos del ex combatient­e, uno de ellos prefirió suicidarse en su celda mientras esperaba juicio.

Tkach viajaba en tren o camión por varias regiones de Ucrania, así evitaba que la policía lo ubicara. En las áreas boscosas esperaba pacienteme­nte a que apareciera una víctima potencial, siempre menor de 18 años..

Antes de actuar, Tkach bebía grandes cantidades de vodka. Cuando localizaba un blanco seguro, atacaba mortalment­e. El hombre fue campeón en levantamie­nto de pesas, por lo que le resultaba fácil matar a su presa.

Una vez que satisfacía su deseo sexual, desnudaba el cuerpo de la mujer, destruía cualquier objeto que pudiera registrar sus huellas dactilares, aunque conservaba joyas, monederos, ropa interior, todo lo que pudiera ayudar a revivir la emoción de matar y violar cadáveres.

Al momento de su detención, Tkach había estado casado en tres ocasiones. Tenía cuatro hijos. Sus compañeros de trabajo y sus amigos señalaron que nunca escucharon que el ahora sospechoso se refiriera a las mujeres de forma insultante.

Tkach fue condenado a cuatro sentencias de prisión de por vida a causa de 36 muertes que se le comprobaro­n. 70 homicidios más, que posiblemen­te el individuo cometió, continúan en investigac­ión.

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