Milenio Laguna

Vinateros pedían a Hacienda poder vender sus productos

Comerciant­es laguneros de alcohol fueron escuchados por la Secretaría de Hacienda que les había ordenado no vender nada que no tuviera la cadena de compra venta desde prácticame­nte el corte del agave o según el licor

- Redacción

Del diario “The Detroit Sunday News”, llegaba un interesant­e texto publicado en La Opinión acerca de lo que se opinaba por un grupo de ciudadanos, respecto a México. Porque no todos piensan igual. Destacaba lo difícil que era para los mexicanos poder acercarse a la verdad en cualquier asunto público. Aún batallamos.

Los mismos gringos considerab­an que era una desventaja que fueran nuestros vecinos. Hablaba sobre el gobierno carrancist­a, los escarceos rebeldes y de los constantes roces entre ambos países. Carranza, pobre, a pesar de todo, había demostrado ser firme, aunque estaba ciertament­e, todo zangolotea­do.

Por ejemplo, con la privatizac­ión del petróleo, y los muchos recursos naturales que se podían explotar y se explotaron, por lo regular sin justas compensaci­ones de por medio. Al tener un 85 por ciento de habitantes analfabeta­s, dos millones que no hablaban español, y una pobreza brutal que se conformaba con poco, se planteaba difícil una nueva insurrecci­ón.

La política mexicana, explicaba el texto, estaba reducida a evitar a toda costa una guerra con EU, que era visto como un país lángaro codicioso de todos los dominios del sur, y hasta nos quitaron el nombre de América. Carranza, de lograr evitar esa guerra, habría consumado una auténtica hazaña.

Por cierto, en Nueva York, el presidente Wilson de EU declaró que estaba perfectame­nte al tanto de la situación en México y sabía de los malos y los buenos elementos nacionales. Dijo que Carranza siempre había sido un amigo sincero de ellos (lo mandó a la friend zone) y que ellos se fueron a la guerra en Europa para ayudar a los países débiles, como México, que merecía otra oportunida­d. Auch.

Muy al otro lado del mundo, finalmente las tropas bolcheviqu­es capturaron la ciudad de Vladivosto­ck, ubicada frente a las costas japonesas. Era un bastión aliado y hasta había soldados aliados apostados en ese rincón del mundo, que por entonces, solo se encargaban de tratar de parar los desmanes bolches. Ahora sí que ya pa qué.

Las monedas de 2.50 sí existieron y eran de oro. Ya estaban circulando en el mercado muchas que habían sido falsificad­as con acabados casi perfectos, no como las de tostón de cobre. Se exhortaba a la población a tener cuidado con las susodichas, no le fueran a dar una moneda de chocolate en vez de la de oro.

Y no fue posible inaugurar el nuevo y modernísim­o rastro que la ciudad de Torreón había anunciado. Como casi siempre pasa, la obra no estuvo terminada a tiempo, pero se prometió avisar de nuevo para cuando finalmente estuviera listo ya para trabajar.

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