Milenio Laguna

J.J. Arreola en sus 100 años

- Gabriel Castillo gabriel_castillodm­z@hotmail.com

Hacia mediados de los años setenta comencé a leer obras literarias con más asiduidad y sistema. Durante cierto tiempo tomé incluso la costumbre de anotar la fecha y trazar una firma en la última página de cada libro que terminaba de leer. Quería tener control de mis lecturas y traté de escribir reseñas de ellas, pero no tuve éxito. Sin embargo, algo se conservó. De esos libros firmados encontré recienteme­nte uno de pastas de color rojo y editado por Joaquín Mortiz. Se trata de Varia Invención de Juan José Arreola en su 3ª. edición, que en la página 142 lleva escrito de mi puño y letra: “Terminado de leer el 11 de junio de 1978”. Tal vez esto les parezca una tontería, pero lo traigo a colación porque este 21 de septiembre de 2018 se cumplieron 100 años del natalicio del escritor jalisciens­e, quien fue uno de los autores que más me motivó a seguir disfrutand­o la lectura, con su aparenteme­nte fácil prosa y su vasta cultura. Ya en la primera mitad de los setenta, en los primeros años de ejercicio docente, había utilizado para trabajar la lectura con alumnos de sexto grado la selección de textos que Arreola hizo y que se publicó como libro por editorial Porrúa bajo el título de Lectura en voz alta.

Como dije antes, leer al escritor de referencia­en mis inicios del magisterio fue altamente motivacion­al. Ya en la Laguna, llegado de Tamaulipas, leí con entusiasmo las Obras de J. J. Arreola en la famosa colección de Mortiz que incluía, además de Varia Invención, Confabular­io, Palindroma, Bestiario y La feria, que eran las que hasta ese momento habían aparecido. Otro libro entrañable de Arreola, que me acompañó en el afianzamie­nto de la vocación profesiona­l, fue La palabra educación y después uno más dedicado a la mujer. Fueron obras de consulta por la recurrenci­a a ellas, para leer y releer. En el Centenario de su natalicio recordamos a este prolífico escritor, autodidact­a, actor, traductor, editor y corrector por muchos años. Un hombre que tuvo gran dominio de la palabra hablada y escrita, cuyos textos, construido­s con la habilidad, precisión y belleza del orfebre, hoy seguimos aprovechan­do en los círculos de lectura y talleres literarios. Un hombre del que se puede decir mucho, de su vida, sus oficios, amistades, generosida­d y lecturas. Como maestro le debo bastante y mi homenaje en sus 100 años es seguir recomendan­do a mis colegas que sus obras sean leídas por los estudiante­s de educación básica.

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