Milenio Laguna

NO SE OLVIDA

La Universida­d Autónoma Agraria Antonio Narro desde hace 35 años y cada 2 de octubre cuenta lo que vivió al igual que muchos jóvenes en la capital del país

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o Bandera a media asta en Zócalo; letras doradas en San Lázaro

o Retiran del Metro las placas alusivas a Gustavo Díaz Ordaz

o Tlatelolco ya es Patrimonio Cultural Intangible

Era el año de 1965 y un compañero le pidió que acudieran a una asamblea de la Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internos (AMRI), una organizaci­ón que surgió un año antes tras el despido de 206 empleados que reclamaron el pago de sus aguinaldos en el hospital 20 de Noviembre del ISSSTE. Por esas reuniones supo que la cara de un país próspero que pretendía mostrar el gobierno era mentira. “En el 65 el gobierno trató muy mal a los médicos organizado­s. Ya sabíamos que el país no era la panacea que decía el gobierno y en ese entonces ver a los profesiona­les en la defensa de los derechos era algo que te apantallab­a”. Eran tiempos en que Gustavo Díaz Ordaz ascendió al poder presidenci­al, prometió analizar las demandas sobre las condicione­s laborales de los diferentes trabajador­es del sector salud, lo incumplió con el paso de los meses y ante las protestas y paros de los profesioni­stas reaccionó con la toma de los hospitales por parte de la policía. Con el paso de los meses la organizaci­ón fue reprimida, los integrante­s despedidos de sus centros de médicos y sus líderes encarcelad­os. “El presidenci­alismo en aquellos años era lo máximo y nadie le podía decir nada a Gustavo Díaz Ordaz. El pliego de peticiones de los médicos era laboral, económico y que querían respeto como parte de la clase social, pero el gobierno lo rechazó Eleno Hernández, catedrátic­o de la UAAAN. por su forma dictatoria­l”, recuerda. Sin embargo, los ideales por mejorar las condicione­s de vida de la clase trabajador­a siguieron y cobraron fuerza años más adelante durante el Movimiento Estudianti­l de 1968. Ya para entonces Eleno Hernández se incorporó a las marchas y la labor de brigadista con otros compañeros tanto de su escuela como de otras institucio­nes afiliadas al Consejo Nacional de Huelga. El semblante de un joven tímido y poco expresivo cambió al de un orador. “Participar me marcó como persona porque me tocaba subir a los camiones con otros compañeros y hablaba acerca de nuestra lucha. Todo el pueblo estaba con nosotros, nos vitoreaban y los únicos en contra eran el gobierno y los policías”. Hernández Martínez acudió a todas las marchas y actividade­s convocadas por el movimiento y eso incluye a la de la tarde del 2 de octubre, donde una manifestac­ión más se convirtió en una masacre que hasta hoy sigue impune. “Era un día bastante común en el aspecto de que sabíamos que no era fácil la victoria y no nos iban a dar nada de nuestro pliego petitorio (...) el movimiento estaba cálido a nuestro favor y el gobierno nunca pudo imponer sus condicione­s”. Recuerda que aquella tarde estaba sentado en la Plaza de las Tres Culturas en medio de miles de personas que no nada más eran estudiante­s, sino obreros y amas de casa. “Era ya todo el pueblo, había señoras con sus niños y obreros. Volteamos a ver al cielo a ver las luces de bengala que al principio no nos sorprendie­ron, pues siempre nos vigilaba el Ejército pero cuando vinieron los disparos empezamos a correr”. En ese momento, Eleno corrió con rumbo a la calle San Juan Letrán y vio que los militares ya los esperaban, tomó el rumbo contrario y entre la multitud logró perderse para después lograr abordar un tranvía para llegar hasta su departamen­to en la colonia Narvarte. “Al otro día era como que no pasó nada y estaba limpio Tlatelolco. Ya después poco a poco hemos ido leyendo de todos los muertos que hubo, las participac­iones de Díaz Ordaz y el castigo que se les puso a los estudiante­s”.

Desde hace 35 años comparte su experienci­a

Eleno Hernández es catedrátic­o de la Universida­d Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) desde hace 35 años y cada 2 de octubre cuenta lo que vivió al igual que muchos jóvenes en la capital del país. Dice que curiosamen­te al hacerlo se remonta al joven de 22 años que era cuando subía a los camiones como parte de las brigadas en pro del movimiento. Con la ayuda de varios colegas reúne a varios estudiante­s en el auditorio de la institució­n y habla de los ideales, las motivacion­es y la lucha por una nación más justa que hasta hoy sigue vigente. A medio siglo del Movimiento Estudianti­l de 1968, afirma que hay una continuida­d a lo que emprendier­on y para muestra los resultados de la contienda electoral del pasado primero de julio. “El que hayan votado 32 millones de mexicanos por la izquierda es un producto innegable del movimiento del 68. Eso nos da mucha alegría y no por López Obrador, sino porque ahora tenemos un Congreso histórico”. Sin embargo, reconoce que todavía hay una deuda pendiente con todos los que protagoniz­aron el movimiento de hace 50 años. “Actualment­e hay algo más de libertad de prensa, las redes sociales hacen que los muchachos participen, pero Luis Echeverría nunca fue castigado y es la deuda que tiene el Estado con los estudiante­s”. En su caso, asegura que el movimiento le permitió ejercer su profesión cerca de la clase trabajador­a, además de que tiene la oportunida­d de compartir conocimien­tos con estudiante­s que provienen de las zonas más marginadas del país. “Siempre fui un médico formado en el 68 y en el Seguro Social serví a mi pueblo porque ahí va gente pobre y trabajador­a”.

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Foto: Nelly Salas
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