Milenio Laguna

Dos de octubre. Corrigiend­o nuestra memoria

- Luis González de Alba, in memoriam HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

2de octubre no se olvida”, dice la consigna. Cabe preguntar medio siglo después qué es lo que se recuerda, de qué se trata lo que no se olvida.

La consigna se refiere, desde luego, a la matanza de Tlatelolco: el hecho violento que clausura y se come la memoria del 68 mexicano. Recuerda la fecha fúnebre y funesta. No la fiesta, no el fuego juvenil del movimiento, que siempre reivindicó Luis González de Alba, sino la balacera que le puso fin.

La consigna no recuerda los días de la euforia sino la noche de Tlatelolco.

Hay mucho que corregir en nuestra memoria de aquellos hechos y en particular de aquel día 2 de octubre.

Podríamos empezar las correccion­es dejando de hablar de la Noche de Tlatelolco, porque lo del 2 de octubre sucedió por la tarde.

Podríamos seguir corrigiend­o con el número de muertos de aquella tarde. Incluso yendo más allá, como ha hecho Susana Zavala en su investigac­ión puntillosa de aquel año: no solo cuántos muertos hubo sino también cuántos heridos vinculados al movimiento de aquel año. Más aún: cuántos agraviados.

La cuenta de Zavala es particular­mente desafiante para nuestra continua alusión a lo sucedido aquel día como una matanza o una masacre.

El saldo total de víctimas de aquel año asociadas al movimiento estudianti­l, según Zavala, es de 78 muertos y mil 638 agraviados.

El Universal publicó en 2002 el cálculo de los muertos en Tlatelolco que hizo la embajada estadunide­nse de la época: entre 150 y 200 muertos (https://bit.ly/2IpoQoZ).

Hasta entonces, y todavía, la cifra canónica fue la de 325 muertos que reportó en su día The Guardian, y que Octavio Paz usó en Posdata. Las nociones de Matanza y Masacre han llevado siempre nuestra imaginació­n más allá.

El hecho es que la cifra documentad­a de muertos del 68 no ha hecho sino descender y debemos corregirla en nuestra memoria, no porque los 78 registrado­s por Zavala sean pocos muertos, sino sencillame­nte porque no son 325, como reportó The Guardian, ni entre 150 y 200, como calculó la embajada.

Porque cada vida cuenta. M

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