Milenio Laguna

Pasadas las 18:00 horas

Del 2 de octubre de 1968, los estudiante­s reunidos en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco vivieron el infierno: tiros a ras de piso o desde las azoteas y los balcones de los edificios; sobrevivie­ntes de esa fecha narraron los hechos a MILENIO

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Se habla de la existencia de francotira­dores, militares, policías, espías y agentes de la CIA dentro del movimiento estudianti­l. El más nombrado: Sócrates Campos Lemus. “Los de la CIA fueron Echeverría, Díaz Ordaz, etcétera. Si yo hubiera sido agente de la CIA, no estarías hablando conmigo aquí, sino en Nueva York.

“¿Por qué se me señala? Pues era el más pendejo o era uno de los representa­ntes con mayor claridad… muchos (líderes estudianti­les) ya tenían acuerdo con Luis Echeverría y Corona del Rosal”. —¿Quiénes? —Lo voy a decir en el momento que ellos respondan. Ellos decían: oye, vamos a decirle a Corona del Rosal, así fue.

“Voy a hablar hasta que ellos brinquen, ya estoy cansado de cargar ese adjetivo. ¿Por qué no han dicho que los asesinos fueron Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría?, ¿por miedo? —¿Sócrates fue un provocador? —Me vale madres lo que digan, pruébenmel­o.

A 50 años, dirigentes de aquella gesta estudianti­l lo defienden. Es el caso de Myrthoklei­a Adela y Rafael Lima.

“Eso fue una leyenda perversa. Si ha sido agente de la CIA o del gobierno, no caes en la cárcel, donde estuvo dos años y medio, hasta que lo exiliaron. Sócrates no fue un traidor al movimiento”, expresó Lima.

Félix Hernández Gamundi mencionó que el 2 de octubre “fue un acto brutal, un crimen de Estado que, como genocidio, permanece impune.

Rito Terán Olguín, vicepresid­ente de la Federación de Estudiante­s de la Universida­d de Sinaloa en 1968, comentó: “El 2 de octubre fue un golpe muy fuerte; sin embargo, ese mismo día nos reunimos los dirigentes y dijimos que tenía que seguir la huelga, fortalecer el movimiento”.

Después de 50 años, la memoria sigue fresca. David Vega narró: “Me agarran tres del Batallón Olimpia, caigo, me levanto y me clavan la ametrallad­ora. Empieza a entrar fuego graneado, los disparos pegaban de arriba, disparaban desde diferentes ángulos, le dieron a las cañerías del edificio, se estaba inundando...”.

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