En su intento por
Llegar a Estados Unidos, Arturo Cigarroa sufrió un accidente que lo dejó imposibilitado para caminar
Día a día sale de su domicilio en su silla de ruedas para dirigirse a trabajar a un peligroso crucero, donde ofrece en venta los pocos dulces y semillas que carga en la pequeña cajita de cartón, actividad con la que se gana la vida y ayuda a su madre de la tercer edad.
Es el señor Arturo Cigarroa de 41 años de edad, quien llega a las 10:00 de la mañana al cruce ubicado en bulevar José Rebollo Acosta y Periférico Ejército Mexicano, bajo el puente pasa a vender la poca mercancía con automovilistas que detienen su marcha cuando el semáforo les marca la luz roja.
De inmediato y para aprovechar el lapso del alto, Arturo realiza el pequeño recorrido de quince metros sobre el lado izquierdo y pegado a los jardines para evitar ser arrollado y ofreciendo su producto.
La venta es poca y por la necesidad que tiene para llevar algo de dinero a casa donde le espera su madre, tiene que trabajar cuando menos cinco horas con lo que saca algo para comprar alimento y así subsistir día con día.
“Si no salgo a trabajar, no podemos comer así que a costa del peligro que enfrentó con el paso de los vehículos tengo que acudir al crucero, donde mucha gente ya me conoce y me compra algo”.
“Sabes pese a que me encuentro imposibilitado para caminar, mi actividad diaria es solo vender, ya que no pido alguna moneda a los automovilistas, pero si alguien me la ofrece de corazón la acepto y les doy las gracias por su apoyo voluntario”.
Con un gesto de tristeza reflejado en el rostro, indicó que hace cinco años intentó llegar a territorio de Estados Unidos, pero fue en ciudad Juárez, Chihuahua; donde sufrió un accidente al ser arrollado por el tren, resultando con lesiones que le dejaron imposibilitado para caminar, por lo que tuvo que regresar después de mucho tiempo de convalecencia, al grado de que ya lo daban por muerto.
Apenas se recuperó un poco y regresó a la ciudad de Gómez Palacio, Durango para reunirse de nuevo con su señora madre Rosa María Acosta, quien en la actualidad cuenta con 68 años de edad y quien siempre le brindó apoyo.
Agredeció también al grupo de “hermanos” como les dice de cariño y con amor, por la ayuda desinteresada que le brindan en el templo al que asiste, consejos que le han ayudado a sobresalir y valorarse como persona, situación que le lleva a buscar la manera de salir adelante y desempeñar como puede su trabajo en la venta de semillas y dulces, lo que le permite contar con dinero para él y su querida madre.