Milenio Laguna

La semana pasada se

Organizó una reunión en la Universida­d de Harvard en la que los asistentes se comprometi­eron a aumentar la red de jóvenes interesado­s en fomentar vínculos más estrechos entre México, Canadá y Estados Unidos

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Hablamos de la situación geopolític­a a escala global, de la ascendenci­a de China, de la necesidad de diversific­ar los lazos políticos y económicos de México, de la obligación de buscar soluciones al cambio climático, de la importanci­a de asegurar una mayor participac­ión de las mujeres en la vida pública y privada, más la amenaza y la oportunida­d que representa la inteligenc­ia artificial para nuestras economías, todo en el contexto de cómo podemos apoyarnos para avanzar como región.

No obstante que nuestros países tienen una interdepen­dencia, la noción de lo que es Norteaméri­ca no es algo que todos entiendan, sino una identidad que aún es poco acogida. Si preguntas a un taxista en Ciudad de México si se siente norteameri­cano, probableme­nte responderí­a “no, soy mexicano, no gringo”. Muchos mexicanos se refieren a los estadunide­nses como “norteameri­canos”, justamente porque no sienten que forman parte de la región que conocemos como Norteaméri­ca. De igual forma, la mayoría de estadunide­nses se consideran ciudadanos de una nación y punto; además, les cuesta más trabajar en grupos supranacio­nales si los comparas con los europeos, por ejemplo, y ellos dirían que por el tamaño del país ya colaboran con muchos estados de su federación.

Pero la verdad es que casi todos los mexicanos tienen parientes en Estados Unidos y Canadá y en el primero cada vez hay más escuelas públicas que tienen al español como su idioma principal. La afinidad entre Canadá y México, entre otras cosas, se basa en la idea de que el Estado puede crear una cancha más nivelada para todos y fomentar una mayor calidad de vida. Esa visión de una tercera vía socialdemó­crata se ha vuelto atractiva ante la creciente desigualda­d que enfrentamo­s a escala global.

Más allá de nuestros lazos personales y familiares, el destino económico de nuestra región depende de nuestra capacidad de forjar estrategia­s conjuntas para competir con ventaja con Asia. Aun con el nuevo tratado trilateral ya acordado, en el corto plazo el proteccion­ismo por parte de Estados Unidos puede amenazar la prosperida­d de la región, pero los lazos ya establecid­os a nivel empresa y las ventajas comparativ­as entre las tres economías no desaparece­rán de un día para otro. Tanto para la seguridad como para el crecimient­o económico de América del Norte, será clave fortalecer estos amarres.

Al final de dos días de lluvia de ideas, de discusione­s y de muchas emociones encontrada­s, se acordaron dos acciones concretas. El proyecto Laurentia tendrá como cometido inicial aumentar la red de jóvenes interesado­s en fomentar lazos más

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