Milenio Laguna

LA CARROZA FÚNEBRE; TRADICIÓN ORAL QUE SIGUE ATERRORIZA­NDO

Una historia que durante décadas ha formado parte de la cultura popular de la Ciudad Jardín

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Son varias las leyendas que envuelven a Ciudad Lerdo que pese al paso de las décadas continúan provocando entre los ciudadanos desconcier­to, interés y hasta un poco de miedo, tal vez porque algunas como es el caso de La Carroza Fúnebre, se tienen testimonio­s que fueron publicados en un medio impreso en ese entonces.

Corría el año de 1928, cuando las primeras versiones de personas que juraban haber visto la carroza fúnebre tirada por caballos negros, pero sin conductor, entre las 11 y las 12 de la medianoche empezaron a ir de boca en boca.

Según empezó a darse a conocer el vehículo entraba a Lerdo por el bulevar Miguel Alemán, procedente de Gómez Palacio, en ese entonces conocido como Insurgente­s o calzada Lerdo, pasaba por la Cervecería Sabinas y se dirigía al centro por la calle principal, la cual se piensa era la Francisco Sarabia, posteriorm­ente por la calle Hidalgo se trasladaba hasta el Panteón Municipal explicó el cronista de la ciudad José Jesús Vargas Garza. En ese momento, la gente empezó a hacerse muchas teorías sobre la presencia de la carroza por las calles de Lerdo, sin embargo no se concretó un hecho específico.

“Hubo como en todas partes jóvenes que nunca creyeron de lo que decía la gente, estos procedente­s también de Gómez Palacio y Torreón se quedaron en el Parque Victoria y la Plaza Principal para saber si era cierto, pero ese grupo de muchachos al momento de oír que venía la carroza salieron corriendo”, enfatizó.

Otra de las versiones que también corrió es que la carroza también atravesaba por el Hospital Zarco ubicado anteriorme­nte en la manzana de la calle Hidalgo, Donato Guerra, Guerrero y Zárate. “El que pasará por un hospital también daba cierto misterio”, enfatizó. Entre los testimonio­s, hay otros que aseguraban que también se observaba a la carroza fúnebre toda de negro, de regreso del camposanto la cual entraba al edificio “Hernández Luengas” y considerab­an que a lo mejor quien manejaba la carroza hubiera asistido a este lugar. Por otro lado, algunas personas de esa época tenían como hipótesis que al interior del vehículo había un cuerpo de un niño que “a lo mejor” había muerto de situacione­s misteriosa­s que nunca se supo.

Fueron varias noches en que la carroza fúnebre pasó por las principale­s calles de la ciudad, alarmando a los vecinos, principalm­ente de la calle Francisco Sarabia, quienes se asomaban a las ventanas para poder verla.

Vargas Garza mencionó que en en esa época hubo varios reportajes en los que se nombra “santo y seña de lo que pasaba y decía la gente”, y por lo cual la historia se divulgó rápidament­e, y permanece hasta el momento como parte de las historias de ultratumba de los habitantes de Ciudad Lerdo.

El galopar de los caballos en ese entonces por el camino de piedrota que estaba en el Palacio Municipal también fue escuchado por Porfirio Sosa, jardinero de la Plaza Principal, quien en su testimonio describe el sonido del cascabeleo de los animales que jalaban la carroza. “le daba más misterio, que miedo a la gente”.

Por lo pronto en la historia de Ciudad Lerdo, también se quedan episodios sin explicació­n que ocasionaro­n temor a las familias de ese entonces y que en la actualidad, quienes conocen la leyenda, al pasar durante la medianoche por el bulevar Miguel Alemán, o Francisco Sarabia temen ver o escuchar al galope de los caballos que tiran de la negra carroza fúnebre.

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