Milenio Laguna

Virtudes y defectos de la autocracia

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Por qué lo que hace López Obrador es malo para algunos y bueno para otros? Quizás la respuesta nos la puede dar Wikipedia, a partir de lo que nos dice del concepto de autocracia, basándose en Paul M. Johnson, Autocracy: A Glossary of Political Economy Terms:

“Una autocracia (del griego «autokratei­a ») es un sistema de gobierno que concentra el poder en una sola figura cuyas acciones y decisiones no están sujetas ni a restriccio­nes legales externas ni a mecanismos regulativo­s de control popular (excepto quizás por la amenaza implícita de un golpe de Estado o de una insurrecci­ón en masa). La monarquía absoluta y la dictadura son las principale­s formas históricas de autocracia.”

Sin embargo, también agrega: “Desde la antigüedad, el término ‘autócrata’ se escribe en monedas como una caracterís­tica favorable del gobernante, teniendo alguna conexión con el concepto de ‘ falta de conflictos de intereses’”. Es decir, que ser autócrata no siempre ha sido visto como algo negativo. Por el contrario, había quienes se vanagloria­ban de ello, porque alegaban estar más allá del bien y del mal, al no tener intereses particular­es y estar por encima de corrientes específica­s.

No sé si pretende serlo (sinceramen­te, espero que no), pero tengo la impresión de que, en la práctica, nuestro próximo Presidente se maneja como un autócrata. Y que muchos lo ven como alguien que puede decidir personalme­nte, por encima de las leyes y de presiones políticas diversas, acerca de las más diversas cuestiones: un aeropuerto donde él en el fondo quiere que esté, o un tren que pase por en medio de la selva, independie­ntemente de los daños ecológicos.

Vale la pena recordar que los dictadores no son incompatib­les con las repúblicas. Originalme­nte, en la Roma antigua, los dictadores eran personajes a los cuales el Senado les asignaba una tarea específica de gobierno, pero acotados en el tiempo y por las leyes.

Julio César obtuvo que un Senado aliado (o domesticad­o) lo nombrara dictador en varias ocasiones, hasta que consiguió que lo nombraran “dictator perpetuus” (vitalicio). Lo cual me lleva a otra reflexión: los autócratas, aunque por definición pretendan manejar solos todo el aparato gubernamen­tal, en realidad históricam­ente han necesitado del apoyo de diversos grupos y sectores de la sociedad. Es solo gracias a la colaboraci­ón o connivenci­a de muchos (complicida­d, dirán algunos) que los autócratas pueden gobernar.

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