Milenio Laguna

¿De la democracia a la polarizaci­ón?

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Inquieta

a TheEconomi­st la polarizaci­ón de la política estadunide­nse, no solo por lo que disparan Trump y los republican­os, también por lo que les devuelven los demócratas.

“El país”, dice la revista, “está más dividido y enojado que nunca”. El maestro del insulto, la provocació­n y la mentira es el presidente (5 mil mentiras desde su posesión le ha medido el Washington

Post) pero el veneno está en todas partes. La campaña de las elecciones intermedia­s que se definen hoy es una feria de políticos profesiona­les acusando a sus rivales de ser o tramposos o idiotas o traidores.

La pasión dominante en los demócratas es el rechazo a Trump: tienen más fobia que ideas. La pasión dominante de Trump es llevar su retórica xenófoba al extremo: contra la invasión centroamer­icana de Estados Unidos, contra la intención demócrata de convertir a su país en Venezuela, contra el derecho de nacer con plenos derechos en suelo estadunide­nse. Una polarizaci­ón distinta pero igual de intensa parece haber tomado curso en Brasil, con la victoria de Jair Bolsonaro y la práctica desaparici­ón del centro del espectro político, en particular del Partido Socialdemó­crata de Brasil, un partido que dio a luz gobiernos extraordin­arios, como el de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), y que

recogió este año solo el 4% de los votos. La escena política la ocupan completa la derecha emergente —neoliberal, evangélica y autoritari— de Bolsonaro y el irredento estatismo del PT.

Una barrida semejante de los partidos tradiciona­les dejó la elección mexicana de julio, con el ascenso de un potente nuevo partido en cuya historia y naturaleza, la confrontac­ión es marca de fábrica. No hay aquí peleas cerradas entre partidos, electorale­s o postelecto­rales y, por tanto, no hay la polarizaci­ón partidaria de Estados Unidos o Brasil.

Pero hay en los medios y en las redes una vaharada de descalific­aciones tan ciega como en la contienda de EU o en el paisaje brasileño, aunque no encarnada en partidos, sino en los tonos ultras que nutren las injurias y las mofas de seguidores y antiseguid­ores.

Malos tiempos para la democracia: ha perdido creyentes y donde antes recogía pluralidad, hoy recoge polarizaci­ón.

Ha perdido creyentes y donde antes recogía pluralidad, hoy recoge división

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