Walsh supo de los fusilados del 56
Rodolfo Walsh ansió escribir una novela con ficción, pero entre sus trajines alimenticios y su condición de perseguido jamás tuvo la paz necesaria para hacerlo. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por el sobresalto que deriva del compromiso llevado al extremo de la militancia. Aunque deseaba escribir ficción, una novela sobre todo, las circunstancias del país lo desgarraban tanto que se dedicó de lleno al trabajo de escribir con ánimo de denunciar. A propósito de esto recuerdo una charla con Carlos Montemayor, a su modo un escritor algo parecido a Walsh. Contaba el chihuahuense que, joven, había salido de Parral para estudiar en el DF; allá se enteró de que, según la prensa, un grupo de maleantes habían asaltado el cuartel militar de Madera con el fin de comenzar un movimiento armado. El periodismo, señalaba Montemayor, hacía ver que los jóvenes eran delincuentes, y fue allí cuando el autor de Guerra en el paraíso cobró conciencia de lo importante que era la información veraz. Ese hecho marcó su vida, como sabemos.
Igualmente, Walsh supo de los fusilados del 56 y del silencio periodístico, y eso ya no lo dejó dormir. Joaquín Fernández ha escrito que “Cuando Rodolfo Walsh oye por primera vez la historia de los fusilamientos de junio algo en él se conmueve. ¿Era realmente posible que acontecimientoscomoelqueesanocheleacababandereferir[‘hay un fusilado que vive’] pudiesen ocurrir en la Argentina de la Libertadora y, como si fuera poco, contando conlacomplicidaddelmásimpunedelossilencios?”. Variaciones en rojo, un solo libro personal, de ficción pura o burguesa, y dos antologías (Diez cuentos policiales argentinos, 1953, y Antología del cuento extraño, 1956), le da hasta ese instante la vida para escribir sin la sensación de que traicionaba sus principios. Vienen luego de ese libro un par de décadas espesas de conflicto exterior, en la Argentina, e interior, en el espíritu de Walsh que se debate en la frontera de lo político y lo estético, planos del hacer humano aparentemente irreconciliables. Walsh se canteó por el flanco político, como sabemos, un flanco que en este tiempo seduce mucho menos, casi nada.
Walsh supo de los fusilados del 56 y del silencio periodístico, y eso ya no lo dejó dormir