El Evangelio de López Obrador
El Presidente electo continúa escudando sus decisiones, sus caprichos, en la voluntad del pueblo; decide o induce y después consulta, así lo va a seguir haciendo todo el sexenio, acudiendo a sus seguidores para justificar sus actos; dice: “la democracia e
Hombre de fe, el cartujo comprende a los devotos de Andrés Manuel López Obrador. Creen en él como en el vértice de un juramento. No importa si un día dice una cosa y al siguiente otra, ellos no dudan de su palabra ni cuestionan sus buenas intenciones. Benditos sean —piensa el conmovido monje mientras lo escucha en su entrevista con Azucena Uresti en MILENIO, una pieza periodística sustancial para estudiar el carácter y la visión del hombre más poderoso de México.
Cuando la oposición prácticamente ha desaparecido del escenario político y el Movimiento de Regeneración Nacional impone la agenda de su líder en el Congreso, López Obrador dice: “nosotros aspiramos a que haya oposición. Estamos construyendo una democracia y tiene que haber discrepancias y garantizar el derecho a la crítica, pero los que no nos quieren, los conservadores, exageran”. Tiene razón: exageran al hablar del regreso del mayoriteo en las cámaras, de la imposición sin consensos, de la soberbia de sus emisarios, Ricardo Monreal y Mario Delgado entre los más vociferantes, de las consultas a modo.
López Obrador ha descalificado a un sector de los medios. Habla de la prensa fifí, de los intelectuales conservadores. Cuando Jesús Silva Herzog-Márquez escribió, a principios de este año, sobre su desquiciante pragmatismo para acceder al poder y le imputó ser “un político sin nervio ideológico ni criterio ético para entablar alianzas”, López Obrador le respondió por Twitter: “(Silva Hérzog-Márquez) me acusa sin motivo de oportunista. Ni modo, son tiempos de enfrentar a la mafia del poder, a sus secuaces y articulistas conservadores con apariencia de liberales”. ¿Sin motivo, cuando sus propios simpatizantes le reprocharon, así fuera con timidez, sus arreglos con el PES, con Elba Esther Gordillo, con Napoleón Gómez Urrutia y otras organizaciones y otros personajes de dudoso prestigio?
Cuando Azucena Uresti le pregunta si será un presidente tolerante a la crítica, López Obrador responde: “Sé escuchar, soy perseverante en mis ideales. No va a haber censura, se va a garantizar el derecho a disentir, no tengo enemigos ni quiero tenerlos. Voy a ejercer yo y eso lo pido, de manera humilde, tener el derecho de réplica, la libertad para poderme expresar, con respeto siempre, pero que no tenga yo que quedarme callado ante cuestionamientos y menos infundados... voy a ser cuidadoso, pero voy a estar replicando”.
¿La “réplica” incluye recortes o la cancelación de la publicidad del gobierno federal a ciertos medios, digamos a la prensa fifí? ¿Volverá a aplicarse la frase de José López Portillo: “no pago para que me peguen”? ¿Cómo se asignará la publicidad oficial a los medios críticos? Las preguntas se acumulan en la larga noche del humilde monje en su lóbrega y silenciosa celda llena de fantasmas del pasado.
Nocturno
López Obrador continúa escudando sus decisiones, sus caprichos, en la voluntad del pueblo. Decide o induce y después consulta, así lo va a seguir haciendo todo el sexenio, acudiendo a sus seguidores para justificar sus actos. Dice: “la democracia es el pueblo que manda”. Su pueblo, desde luego, quienes no votaron o no simpatizan con él no cuentan, esos representan al “antipueblo” y no vale la pena escucharlo.
En su prolongada vigilia, el monje lee Nocturno de la democracia mexicana (Debate, 2018), de Héctor Aguilar Camín, y la incertidumbre se apodera de él. En esta reunión de textos “de diversas épocas y distintos libros y ensayos”, muchos de ellos publicados en MILENIO, el historiador advierte: “López Obrador no solo quiere traer a México prosperidad y bienestar. También quiere implantar una ‘república amorosa para promover el bien y lograr la felicidad’”. Con esto — dice— abandonamos “los linderos de la política y entramos en los del delirio y la fe. La agenda se vuelve evangelio, el proyecto político, oferta de felicidad”.
López Obrador predica, atiende a sus feligreses, los col- quienes cambiarán lo necesario en la Constitución para hacer realidad sus promesas de campaña. Va a modificar el Artículo 35 para hacer más expeditas sus consultas y para hacer posible la revocación de mandato. “Es una reforma —le dijo a Azucena Uresti— para que, en mi caso, a mediados de 2021, en las elecciones intermedias, se le pregunte a la gente si quiere que continúe el Presidente o querenuncie,porqueelpueblopone y el pueblo quita, es democracia participativa”. Es “su” democracia, donde siempre gana todo.
Aguilar Camín señala: nadie sabe cómo detener a López Obrador, “Nadie saber cómo detenerlo, porque es un político efectivamente dispuesto a llegar a donde sus adversarios no, un político que está por encima del horizonte institucional que sostiene y frena a los otros…”.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.