Milenio Laguna

Tres de Unamuno

- GILBERTO PRADO GALÁN

Unamuno, que era afecto a las etimología­s, escrutaba con fervor las raíces de las palabras y solía decir, por ejemplo, que Dios no existía, porque existir es estar afuera y Dios está dentro del corazón de los hombres: Dios no existe; Dios insiste, esto es, vive dentro de nosotros.

Por eso también el origen maravillos­o de la palabra entusiasmo: Dios adentro. Y es equívoco decir –segunda enseñanza- te extraño, porque extrañar otra vez es estar afuera. De modo que decimos amigo entrañable y nunca decimos amigo extrañable.

Por eso conviene decir de modo apropiado: te entraño, cuando queremos a alguien. La tercera lección tiene que ver con la frase bíblica que niega el acceso paradisiac­o a los ricos: la moraleja del ojo de la aguja y el camello.

Unamuno, perito en griego, explicó que una mala traducción identifica­ba camelos como camello y que, en realidad, se trataba de un calabrote o cable grande, según explica María Moliner, a quien admiro y quien, por desgracia, perdió la memoria en su franja crepuscula­r. Aquí me detengo: tres de Unamuno, el búho de Bilbao.

Algo más: recomiendo fervorosam­ente el soneto “Redención”: propedéuti­ca del vivir. ¿Se acuerdan? “Dios te conserve fría la cabeza,/caliente el corazón, la mano larga,/el oído con adarga,/y los pies sin premura y sin pereza”: cuatro de Unamuno, pues.

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