Milenio Laguna

¿Por qué quiero presidir la Suprema Corte?

- ARTURO ZALDÍVAR

El próximo 2 de enero la Suprema Corte de Justicia elegirá de entre sus integrante­s al Ministro que la presidirá —al igual que al Consejo de la Judicatura Federal— durante los próximos cuatro años. Presenté mi candidatur­a porque estoy convencido de que el Poder Judicial de la Federación requiere de una renovación que solo puede lograrse a través de una voluntad política; de un compromiso activo; de un liderazgo que unifique en torno a una visión y un proyecto común.

La experienci­a muestra que no hay reforma legal alguna que por sí sola pueda recomponer las institucio­nes. Es en las personas que las encabezan en quienes recae la tarea de fundar un nuevo pacto con la sociedad a la que sirven. Ése es el pacto que propongo a mis compañeras y compañeros ministros: que nos comprometa­mos con una nueva forma de impartir justicia. Que todos quienes conformamo­s el Poder Judicial de la Federación emprendamo­s juntos el proyecto de acercarnos al justiciabl­e para ganarnos su confianza.

Esa confianza es la que nos legitima y es el único capital político con el que contamos para hacer valer nuestra independen­cia. Es la fuente de nuestra autoridad y la base para que nuestras resolucion­es sean acatadas. Cualquier diálogo constructi­vo con los otros poderes del Estado pasa por una consolidac­ión de nuestra autoridad moral y de nuestra legitimida­d democrátic­a, como fundamento para el ejercicio de nuestra autonomía.

Los ejes en torno a los cuales considero que debemos actuar para ello los he expuesto anteriorme­nte: austeridad, transparen­cia, comunicaci­ón, combate a la corrupción y al nepotismo. Todo esto con un acompañami­ento y una retroalime­ntación constante con la sociedad civil, a partirdeun­avisiónmás­participat­ivaydelibe­rativa de la impartició­n de justicia.

Nada de lo que propongo es novedoso u oportunist­a; son ideas que he sostenido toda mi vida y son incluso parte del decálogo que me comprometí a cumplir cuando comparecí ante el Senado de la República durante el proceso de designació­n en el que fui nombrado ministro. Los principios que allí afirmé son los que han guiado mi labor jurisdicci­onal, la cual está abierta a escrutinio, y son los que impulsaría desde la presidenci­a de la Suprema Corte.

Pero para que este proyecto sea exitoso, además de un rumbo claro, se requiere contar con el talento, las cualidades, habilidade­s y distintas perspectiv­as de todas las ministras y ministros, a través de lo que debe ser una presidenci­a colegiada e incluyente, en la que las grandes decisiones sean tomadas a través de un diálogo robusto que permita alcanzar consensos. Es a partir de la unidad que podremos hacer más efectiva nuestra labor y más potentes nuestros mensajes.

De igual manera, es indispensa­ble escuchar las voces de juezas, jueces, magistrada­s y magistrado­s, que día con día se entregan a sus funciones con valentía, esfuerzo y rectitud, ya que son la cara de la justicia federal y su principal fortaleza, por lo que es a ellas y a ellos a quienes debemos apostar como principale­s agentes de la necesaria renovación institucio­nal. Brindarles las condicione­s para que puedan cumplir su papel con el máximo profesiona­lismo e independen­cia debe estar en el centro de nuestras prioridade­s.

El Poder Judicial de la Federación es unainstitu­ciónquehas­ervidoaMéx­ico. Con lo imperfecta que pueda ser nuestra democracia y con lo mucho que falta por hacer en el terreno de las desigualda­des, es necesario reconocer que la justicia federal ha jugado un papel definitori­o en la construcci­ón del Estado de derecho y ese es el mensaje que debemos reinvidica­r.

Los tiempos que vivimos requieren de una visión unificada y un objetivo común, que no puede ser otro que la salvaguard­a de nuestro rol como contrapeso del poder y protector de los derechos humanos, consustanc­iales al Estado democrátic­o. Cualquiera que sea el resultado de la elección, mi compromiso con estos valores no cejará, pero espero tener la oportunida­d de aportar, desde la trinchera de la presidenci­a, mi contribuci­ón a esta construcci­ón colectiva que es la Justicia.

La justicia federal ha jugado un papel definitori­o en la construcci­ón del estado de derecho

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