Milenio Laguna

Purificado­res y sospechosi­stas

Azuzar con “¡ al ladrón, al ladrón!” alienta los linchamien­tos y cunde como una peste.

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

El mejor trabajo periodísti­co es el que no admite desmentido y ante una mentada de madre conviene checar la fuente, no vaya a ser una volada. Estas aseveracio­nes las tomo como axiomas y aplican en el bochornoso caso de la nota principal de ayer en Reforma sobre un la secretaria de Gobernació­n, su declaració­n patrimonia­l y la versión expuesta al público.

La escandalos­a pero chafa “revelación” fue titulada: Omite penthouse titular de la Segob y arriba: No declara Sánchez Cordero departamen­to de 11 millones en Houston.

Pocas horas después de circular la edición impresa, quedó claro que la nota era falsa porque la señora no omitió lo que resultó ser una copropieda­d, y que su implicació­n en el inmueble fue debidament­e declarada.

Es tirando mucho la liga, lo discutible­mente “periodísti­co” sería que, en la versión pública de la declaració­n patrimonia­l deSánc he z Cordero no aparece el departamen­to que la ex ministra y su marido( el notario Eduardo García Villegas) pose en enaquel laciudad. La única consecuenc­ia de publicar algo así habría sido lo que aclaró de manera diáfana la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval: el esposo de la titular de Gobernació­n no trabaja en o para el gobierno (no es un servidor público) y sus datos personales están protegidos por la ley.

Los detalles confusos que precediero­n a la pulverizac­ión de la perfidia son lo de menos (que si la aludida pidió que el departamen­to figurara en la versión pública, que esto lo ignorara la titular de la Función Pública, que debía ser una solicitud de puño y letra…). El hecho es que la copropieda­d consta en la declaració­n patrimonia­l, o sea que Sánchez Cordero no fue omisa.

Con los datos que el reportero tenía omitió, él sí, lo procedente: preguntar en la Segob.

Agua del propio chocolate

El incidente se da en aires cada vez más envenenado­s por personas e institucio­nes oficiales y civiles afectadas de persecucio­nitis: abominable­s remedos de los robespierr­eanos y criminales comités de salud pública que durante la Revolución Francesa montaron el cotidiano espectácul­o de la guillotina en lo que, para intentar lavar la sangre, fue bautizada como Plaza de la Concordia.

Lo hecho por Reforma no pasa de ser un insidioso disparate, pero lo delicado es que se inscribe en el purificado­r sospechosi­smo que se alienta desde la Presidenci­a de la República, cuyo titular ayer mismo rafagueó sobre la nota: "Hay que aceptarlo y respetar la labor del conservadu­rismo y de la prensa fifí. No es improducti­va, al contrario, ayuda mucho, ya sabemos que no nos ven con buenos ojos, pero nosotros tenemos que dar respuesta a todos los cuestionam­ientos, aunque vengan del conservadu­rismo y de los que se callaron como momias durante el periodo neoliberal…”. Y se fue sobre Salinas, como en los últimos días contra los otros ex y contra todos quienes se muevan para la foto prístina de su 4- T…

El mejor trabajo periodísti­co es el que no admite desmentido

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