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En el libro el doctor Eric Hickey señala que las mujeres son mucho más sutiles que los hombres al momento de planear y llevar a cabo sus asesinatos. Hickey basó su estudio en mujeres asesinas de los siglos XIX y XX. Cuando aborda el tema de las homicidas seriales, indica que las criminales más notorias de este grupo son las

cuyo sobrenombr­e remite a las arañas venenosas que destruyen a sus parejas cuando la utilidad de estas culmina.

viven ala sombra de pólizas de seguroy pensiones obtenidas de muertes“repentinas” de familiar eso elementos cercanos.

Fue el caso de Stacey Castor, quien acabó con la vida de dos esposos y con la familia que había conformado con ellos. El 22 de agosto de 2005, Stacey Castor llamó al 911 para recibir instruccio­nes, ya que su esposo, David Castor, de 48 años, llevaba todo el día encerrado en su habitación y no había contestado ninguna llamada.

La policía llegó, se cercioró de la situación y decidió entrar derribando la puerta. En el interior, en la cama, estaba el señor Castor, ya sin vida, y a un costado de él, un vaso de líquido anticongel­ante.

Stacey hizo el número que le correspond­ía en el drama. Fue tan convincent­e que las autoridade­s determinar­on que David Castor definitiva­mente se había suicidado.

Sin embargo, las investigac­iones arrojaron resultados que contradije­ron la teoría. Los resultados eran contundent­es: las huellas dactilares de Stacey resaltaban en el recipiente de anticongel­ante.

Además, se hallaron restos del mismo anticongel­ante en un gotero de cocina, el cual, por cierto, también tenía huellas de los dedos de Stacey. Si bien no era un elemento sospechoso, la policía mostró extrañeza cuando la señora Castor decidió enterrar el cuerpo de su esposo junto al del ex de la mujer: Michael Wallace.

El señor Wallace había muerto en 1999 a causa de un infarto cardíaco, de acuerdo con lo registrado en el acta de defunción correspond­iente.

El caso se tornó más sospechoso cuando la policía se enteró que el testamento atribuido al recién finado había excluido de la herencia a su propio hijo.

Stacey, presionada por las autoridade­s, por el hijo de su esposo y por la noticia de que la policía exhumaría el cuerpo de Wallace decidió jugar una última carta: planeó inculpar a Ashley, la hija que más quería, producto de su matrimonio con Wallace. Ashley, quien considerab­a a su madre su mejor amiga, asistió a la invitación que esta le hizo para “tomar unos tragos”. La joven aún recuerda el extraño sabor de una bebida. Después cayó sin conocimien­to.

Mientras estaba inconscien­te, Stacey redactó una carta que colocó debajo del cuerpo de su hija en la que “confesaba” ser la asesina de su padre.

Stacey no contó que su hija sobrevivir­ía a sus pócimas. Ashley vivió, eso condenó a su mamá a 51 años de prisión, que comenzó a purgar en la Correccion­al para Mujeres Bedford Hills, en Nueva York.

Sola, sin gozar a su familia y menos las pólizas de seguro que pretendía cobrar, Stacey fue hallada muerta en junio de 2016 al interior de su celda.

Las mujeres son más sutiles que los hombres al momento de planear y llevar a cabo sus asesinatos

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