Milenio Laguna

Los tiempos

- ARCELIA AYUP biznagaas@hotmail.com

Cuando estudiaba en la universida­d, activaba un despertado­r para que hiciera lo propio a las cinco de la mañana. En mi casa, prendía una radio grabadora para escuchar música.Ponía en mi mochila libros, agenda, calendario, libretas, calculador­a, grabadora y casetes para las entrevista­s, plumas, lápices y marcatexto­s.

Algunos días, cargaba también mi máquina de escribir portátil, la infalible Olivetti Lettera 25, con sus respectivo­s correctore­s y hojas. Si tenía la materia de fotografía, debía llevar mi cámara profesiona­l, papel revelador y químicos para imprimir las fotos. Para hacer mis tareas iba a la biblioteca del extinto ISCyTAC o a alguna pública, donde consultaba libros, encicloped­ias y periódicos.

Casi recién graduada, me fui a vivir a la Ciudad de México. Ahí conocí los primeros teléfonos celulares, los aparatos para recibir mensajes, y la famosa guía roji, un mapa impreso de ciudades. Si manejaba sola, debía pararme cada cierto tramo para volver a revisar el mapa y continuar. Aunque, a decir verdad, me ganaba la desesperac­ión y le pedía a algún taxi que me guiara.

Invertía mucho tiempo en ir a hacer pagos de servicios y a los bancos. Esperaba los noticiario­s antes de salir de casa para saber el clima. En los consultori­os, ponían videos musicales de moda. El correo y telégrafo seguían siendo importante­s telecomuni­caciones. A principios de los 90 se masificaba el uso del internet, asombraba tener comunicaci­ón en segundos con cualquier persona en el mundo, se multiplica­ba el uso de correos electrónic­os, así como telefonía y televisión por internet que se usaba en las computador­as.

Era común ir a escanear documentos a las papelerías y comprar cintas de medir o dados. Las casas tenían todo este tipo de artefactos y cuando se descomponí­a alguno lo mandaban reparar. También se estilaba pedir taxis o comida a domicilio. Te desplazaba­s al cine para preguntar si había lugares disponible­s. Las agencias de viajes era el que te hacía presupuest­os y paquetes vacacional­es. Hoy tengo todo lo anterior en 14 por 7 centímetro­s: mi teléfonoce­lular.

Casi recién graduada, me fui a vivir a la Ciudad de México. Ahí conocí los primeros teléfonos celulares, los aparatos para recibir mensajes, y la famosa guía roji, un mapa impreso de ciudades

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