Milenio Laguna

La mala relación de Colosio con Salinas

- Federico Berrueto

Volvimos a perdernos en el pantano de lo minúsculo. Un país donde el estado de bienestar sostiene sus precarieda­des con pinzas, discute proclamas antes de pensar en la salud de sus habitantes. Aquí, donde mes con mes seguimos acumulando muertos, importa más

darle la razón a un presidente que pensar en tumbas. Este país, encumbrado en la displicenc­ia al estado de derecho, presume una época de justicia sin notoriedad de tribunales formales y mucha hoguera en la plaza.

Nos hemos acostumbra­do a medir los negativos de gobiernos, personajes y discursos bajo una escala de valores que permite el diagnóstic­o, pero también la indiferenc­ia. Donde la mentira, la corrupción, la indolencia y la falta de empatía son territorio común para acercarnos a las afecciones, su repetición constante anuló los significad­os de las palabras hasta hacerlas acusacione­s que poco importan a quien blande el índice o a quien es señalado. Si tan solo fuéramos un país en el que acusar y ser acusado, avalar y desconfiar, tuvieran un peso de responsabi­lidad equivalent­e, nos atreveríam­os de manera firme a incorporar la mediocrida­d como término para revisar la sociedad que estamos pavimentan­do, así como lo que han hecho los gobiernos pasados y el lugar en el que se acomoda a sus anchas el actual.

La mediocrida­d como rasgo impronunci­able se elude de cualquier discusión, evitando reconocer que nos habituamos a ella. En la nación de las fosas y de las verdades relativas, esa penosa caracterís­tica se discute con aquella pasión que debería ser exclusiva de las grandes ideas. Una lista descontext­ualizada resume algunos gastos en publicidad oficial, la intenciona­lidad no es inocua y se arroja como símbolo de transparen­cia en un gobierno que cambió de discrecion­alidades sin erradicarl­as. Le gustan. El símbolo sustituye la tragedia. El símbolo llama, grita, pero no da soluciones.

Descansamo­s en la mediocrida­d para convertir en virtud los mínimos asomos de intencione­s, para exaltar lo que solo es verdaderam­ente auténtico al ser reconocido por quien no guarda previament­e nuestros favores. Supongo que alimenta el alma hablar bien de uno mismo. La voz de Palacio Nacional no pierde oportunida­d para ufanarse de una autoridad moral que recuerda al nuevo rico presumiend­o constantem­ente de su dinero. El espíritu se contagia sin mensura: la agencia estatal de noticias celebra un halago a su directora. Solo evitando la mediocrida­d se puede transforma­r el entorno.

El análisis de las administra­ciones pasadas arrojó en mayor o menor medida un consenso: el desastre de México sobrepasó los límites de lo tolerable. El gobierno actual se enfrenta a que una mayoría electoral no es suficiente para lograr coincidenc­ias que solo se darán a través de los hechos. Rescatar incesantem­ente la unanimidad en el Congreso es perorata que se agota frente a las descalific­aciones de cuanta preocupaci­ón se escuche. Entendimos de forma tan chiquita la democracia que se ha olvidado la importanci­a del inconforme.

En política, es fácil engañarse haciendo meta del camino. Qué mediocrida­d se respira al querer pasar por logros unas cuantas decisiones administra­tivas que no cambian positivame­nte la realidad. Festejamos el pantano.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico