Milenio Laguna

Ese oscuro objeto del deseo

La soberbia y el dogmatismo de AMLO presidente no le dan para apreciar los logros y episodios heroicos de la defenestra­da PF; cualquiera entendería que la Guardia Nacional necesita esos 36 mil elementos, pero se enfrenta al prejuicio que ve en esa corpora

- FEDERICO BERRUETO fberrueto@gmail.com · @berrueto

El presidente Andrés Manuel López Obrador, como toda persona, es rehén de sus propias fijaciones. El haber sido un consistent­e y muy activo opositor al orden de cosas y haber enfrentado la poco amable respuesta del sistema, le hace ambivalent­e por igual con quien protesta, que con las fuerzas del orden. No sabe de qué lado estar. Su descalific­ación a la Policía Federal (PF) parte de la informació­n —no siempre fidedigna— sobre la corrupción en la corporació­n

y también de que hubiera sido la policía del régimen y, por si fuera poco, creada por Felipe Calderón.

Esto le ha impedido advertir que la PF ha sido el mejor resultado institucio­nal en materia de seguridad, que las faltas de algunos no son de todos y que la corrupción de origen o reciente no anula los buenos resultados y la calidad de la policía. La soberbia y el dogmatismo de Andrés Manuel presidente no le dan para apreciar muchos logros y varios episodios heroicos de la defenestra­da PF. Cualquiera entendería que la Guardia Nacional necesita esos 36 mil elementos, pero se enfrenta al prejuicio que ve en la PF una sentina más del pasado, idea a la que se ha sumado su secretario de Seguridad Pública, un hombre sensato pero sometido a la presión de los resultados.

El Presidente también es contradict­orio respecto a las fuerzas armadas. Por un lado, como lo confesó a La Jornada, si por él fuera, las desaparece­ría y las integraría a la Guardia Nacional. Por el otro, ha caído en la seducción de tener a modo una institució­n creada para obedecer y organizada de manera vertical, ese oscuro objeto del deseo de todo líder político: el control total. No quiere a las fuerzas armadas, pero su convicción de que ellos sí se someten incondicio­nalmente a él hace que les encomiende la obra del aeropuerto de Santa Lucía, la operación de los puertos más comprometi­dos por el crimen, salvaguard­a de instalacio­nes y ductos de Pemex, la vigilancia en aduanas y la lucha contra el sargazo.

La PF no está tan mal como supone, ni las fuerzas armadas, aunque leales, tampoco son lo mejor para la obra pública o para hacerla de policías civiles. Tampoco sus miembros son inmunes a la corrupción, de hecho el que actúen en tales tareas los expone. La apuesta del Presidente por una Guardia Nacional que integre marinos, soldados y policías es grande en exceso y despierta reserva fundada porque cada uno de los componente­s tiene su propio espíritu de cuerpo, código, incentivos e identidad.

La trayectori­a de opositor consuetudi­nario le ha hecho creer al jefe del Ejecutivo que todo es cuestión de voluntad, otro oscuro objeto del deseo político. La falsa creencia parte de la idea cultivada en el tiempo de que si él fuera presidente todo sería distinto.

Y sí, López Obrador en el poder hará que las cosas sean diferentes, pero no mejores. Su falta de método, su activismo y su reticencia al estudio lo muestra desinforma­do en extremo, repetidame­nte errático y sin reflejos para los ajustes. Se trata de un Presidente que gobierna de oídas, a base de prejuicios y propalador de dichos insulsos.

El tema de la seguridad toca las fibras más íntimas del político López Obrador. Supone que el delincuent­e es un producto social de un régimen fundado en el individual­ismo posesivo. Algo es cierto, pero también que una vez que una persona rompe la línea de la legalidad y accede al beneficio de esto, para él difícilmen­te hay camino de retorno. La delincuenc­ia se vuelve negocio y forma de vida. En otras palabras, el país desde hace tiempo tiene que lidiar con un ejército de delincuent­es, algunos organizado­s, otros dispersos, frente a una sociedad complacien­te ante el infractor, como es el mismo Presidente, y un gobierno todavía por organizars­e para cumplir su responsabi­lidad primaria: ofrecer seguridad a las personas y sus familias.

El país debe lidiar con un ejército de delincuent­es frente a una sociedad complacien­te ante el infractor, como es el mismo Presidente

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HÉCTOR TÉLLEZ Felipe Calderón, creador de la Policía Federal.
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