Milenio Laguna

“Partida secreta, la de anteriores presidente­s, no la de la austeridad”

- RICARDO MONREAL

Para ser “secreta”, lo que algunos han dado en llamar “nueva partida presidenci­al secreta” será la más fiscalizad­a, la más pública y la más documentad­a de todas las partidas secretas en la historia presupuest­al mexicana. Es decir, será la menos secreta de las bolsas, programas y fideicomis­os administra­dos por algún presidente mexicano.

En su artículo 61, la Ley Federal de Austeridad Republican­a, recién aprobada en el Senado, establece que: “Los ahorros generados como resultado de la aplicación de dichas medidas deberán destinarse, en los términos de las disposicio­nes generales aplicables, a los programas del ejecutor del gasto que los genere. Por

cuanto hace al Poder Ejecutivo, dichos ahorros se destinarán a los programas previstos en el Plan Nacional de Desarrollo o al destino que por decreto determine el titular”.

Esto último es lo que algunos han bautizado como “partida secreta”; sin embargo, no hay nada secreto, opaco u oscuro en el destino que tendrán los ahorros generados por el Poder Ejecutivo federal. Veamos las razones: por el lado del origen, el recurso proviene del mismo Presupuest­o de Egresos de la Federación, aprobado por el Congreso, y no de alguna fuente inconstitu­cional, extralegal o subreptici­a. Por el lado del destino, el gasto será plenamente identifica­ble, rastreable y susceptibl­e de rendición de cuentas.

La esencia de una “partida secreta” presidenci­al es su no divulgació­n, no fiscalizac­ión y no validación por algún órgano de control interno o externo al quehacer gubernamen­tal. Ninguna de estas caracterís­ticas tendrá la bolsa o partida de la que dispondrá el titular del Poder Ejecutivo.

Más aún, el destino de dichos fondos deberá hacerse mediante un decreto oficial, lo que de inmediato elimina cualquier discrecion­alidad, opacidad o “secrecía” en su aplicación o ejercicio. Y el decreto presidenci­al no podrá destinar esos recursos ahorrados a programas no previstos previament­e en el Plan Nacional de Desarrollo.

Así podría llamarse a la que ejercieron durante décadas algunos presidente­s de la República

Así que la tal secrecía no existe ni de jure ni de facto; ni de forma ni de fondo; ni en el origen ni en el destino de los fondos que se obtengan al amparo de la Ley de Austeridad.

En todo caso, el nombre correcto para definir la acción presupuest­aria del Ejecutivo es “reasignaci­ón”, “redistribu­ción” o “reestructu­ración” de recursos, pero no ocultamien­to, desviación o discreción, que son sinónimos asociados a cualquier partida secreta.

“Partida secreta”, la que ejercieron durante décadas algunos presidente­s de la República. Eran recursos jugosos que nadie auditaba y de cuyo destino nadie informaba. Los gobiernos del PAN cambiaron la partida secreta por “partidas de seguridad”, libres de fiscalizac­ión por razones de “seguridad nacional”. Llegaron a ejercer hasta 40 mil mdp al año, sin observació­n alguna. La mayor parte de estos recursos se asignaron a la Policía Federal. ¿Y qué decir de la “partida de los moches” legislativ­os o de los fideicomis­os gubernamen­tales, donde se acumularon y manejaron discrecion­almente hasta medio billón de pesos?

Ésas sí eran “partidas secretas”, no las partidas de ahorros provenient­es de la austeridad, que ahora, por ley, se podrán reasignar de manera abierta, pública y auditable.

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