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La Cruz Roja ayudó a 388 amputados por La Bestia

- RAFAEL MONTES

Luis Estuardo cayó de La Bestia en Achotal, Veracruz. El 29 de abril salió de Guatemala rumbo a Celaya, Guanajuato, para encontrars­e con su madre. En la caída, la rueda del tren le “mascó” la pierna izquierda.

Para alcanzar al tren, tuvo que correr más de un kilómetro. Ya en el toldo de un vagón, una vez que pudo subir en una parada que hizo, Luis se carcajeaba con sus compañeros por su logro. Pero el tren arrancó de repente.

“Como pude me agarré, pero las dos personas que tenía al frente me jalaron hacia abajo; éramos tres, nos caímos al mismo tiempo”, platica el joven de 21 años que ahora está por iniciar sus terapias de rehabilita­ción en el Instituto Guanajuate­nse para Personas con Discapacid­ad (Ingudis).

La inercia de la rueda lo jaló y aunque quiso impulsarse otra vez hacia arriba, le alcanzó la pierna. “No sé por qué razón, al llegar a mi rodilla, lo que hizo fue que ya no la pudo mascar, y lo que me salvó toda la pierna fue que pasó la llanta, pero me la aventó y me levantó como un metro de distancia para después tirarme hacia afuera”.

Es beneficiar­io de un programa de alianzas encabezado por el Comité Internacio­nal de la

Cruz Roja en el que participan el albergue Casa ABBA de Celaya, el Ingudis y la Cruz Roja Mexicana en Guanajuato, estado donde el proyecto lleva ya tres años.

Inició en 2011 en Chiapas, pero la saturación de albergues en esa zona obligó al Comité Internacio­nal de la Cruz Roja a buscar una entidad donde hubiera más disponibil­idad para alojar a los participan­tes. En ocho años, el programa ha ayudado a 388 migrantes centroamer­icanos a “recuperar” las partes que el tren les arranca en su paso por México.

“Vemos a personas vulnerable­s que tienen una serie de necesidade­s a lo largo de la ruta migratoria y creemos que es muy importante acompañarl­as, estar pendientes de ellas y ayudarlas a que tenga sus necesidade­s básicas cubiertas, es una labor humanitari­a importante”, destaca Alberto Cabezas, vocero de Cruz Roja Internacio­nal en México, que patrocina el proyecto que financia las terapias y las prótesis.

Cabezas detalla que aunque la mayor parte de los beneficiar­ios fueron mutilados por el tren, también se atiende a víctimas de algún accidente de tránsito, atropellad­os o que sufrieron una herida que condujo a una amputación por un percance con grupos armados.

Tras recuperars­e de la amputación en el hospital al que hayan sido trasladado­s, los migrantes que aceptan entrar al programa son traídos, desde la entidad en la que se encuentren, al albergue en Guanajuato. El Ingudis les ofrece terapia física y psicológic­a y fabrica una prótesis a su medida, ya sea de piernas, brazos o manos.

“El proceso de armado de la prótesis es delicado, porque tiene que ajustarse exactament­e a la medida del cuerpo del paciente; entonces, a la par que está recibiendo el programa físico, le están haciendo las pruebas en el taller para hacer la prótesis, para que le quede exacta y perfecta y que la sienta como una parte de su cuerpo, porque como ellos no se van a quedar en el país, no van a tener la facilidad de decir ‘me quedó floja, repáremela, ajústemela’.

“Es todo un drama lo que sufrenporq­ue no traen dinero, están solos y aparte pierden una parte del cuerpo; tienen un nivel de sufrimient­oy de estrés muy elevado, entonces el psicólogo realiza un acompañami­ento para que acepte el proceso, que se sienta respaldado y que empiece a replantear­se su futuro y establezca un nuevo plan de vida”, explica Leticia Díaz, coordinado­ra de Rehabilita­ción.

Una vez que la prótesis les ha quedado lista, los migrantes pueden decidir si continúan su viaje hacia el norte o regresan a su país. Si eligen la última opción, Cruz Roja Internacio­nal se encarga de los trámites de repatriaci­ón.

El proyecto ya lleva tres años en Guanajuato y ofrece terapias física y psicológic­a, además de prótesis

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OMAR FRANCO El programa que patrocina el organismo internacio­nal inició en 2011 en Chiapas.

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