En defensa de la democracia
Las leyes no solo se hacen para que la vida pública funcione, se piensan bajo la aceptación de que las sociedades contienen características que llevan a su disfuncionalidad. El estado de derecho es una apuesta en el tiempo, para evitar que los impulsos propios del estado de
naturaleza se impongan a las estructuras de gobierno. Entender al tiempo ha sido la gran ausencia de la política mexicana. Gobiernos anteriores despreciaron su existencia. El actual se considera inmune a sus efectos. A pesar de su distancia con el centro y el sur, pocos lugares explican la vida política del país mejor que su estado boreal: Baja California.
Una Constitución tiene la función de proveer el piso sobre el que un Estado caminará sin estar a merced de los cambios políticos. La modificación a la Constitución local de Baja California sitúa los humores políticos, por definición temporales, por encima de la permanencia del Estado. No es solo la transgresión evidente al modificar la duración de un gobierno previamente votado por otro tiempo. Es la miopía que exhibe una serie de confusiones severas, tanto en el titular del Ejecutivo, como en la presidenta de su partido. Incluso si la modificación constitucional termina en anécdota.
Concediéndole sin más razón que facilitar el argumento, el Presidente de la República entiende poco la fragilidad de la democracia al minimizar la vulneración a su orden. A partir una concepción particular en la que afirma ser diferente a otros gobiernos, olvida que las leyes de convivencia democrática en un país se establecen para cuando los otros distintos vengan, probabilidad presente en cualquier sistema que permita la alternancia política.
La ignorancia es permisible hasta que por ella se afectan los principios rectores de una República, de un Estado. Por eso los políticos de cierta escala tienen un margen muy estrecho para las barbaridades. Que la dirigente del partido en el poder sugiera, por cansancio, la futilidad del número de procesos electorales es ignorar las condiciones con las que se forma una República.
Espero que los animales políticos sean más políticos que animales.
Un proyecto de Estado se tiene que ver en por lo menos dos niveles de análisis, el inmediato y el conceptual. Uno ve por el tiempo presente y el otro por las posibilidades futuras, negativas o positivas. Disociarlos es la mejor manera para eliminar el proyecto mismo, y afectar a los millones de personas que suponen su conjunto.
Conceptos como la democracia, la República o el Estado son construcciones artificiales y positivas por medio de las cuales hemos ideado las maneras de someter los impulsos del estado de naturaleza para vivir juntos. Son conceptos de apariencia abstracta que a través de acciones tangibles otorgan beneficios públicos.
Un Estado que abandona su visión conceptual para someterse a las demandas de sus impulsos, corre el riesgo de olvidar sus razones de formación.
Al norte de México hemos visto un laboratorio que por décadas ha mostrado nuestra relación con lo político, social, industrial, migratorio y cultural. El punto de equilibrio entre todos estos elementos tiene un nombre: estado de derecho. Los humores no pueden ser motor para violentarlo.