Ante la recesión, la confianza
Uno quiere confiar pero cuando escucha que el secretario de Hacienda renunció porque se toman “decisiones de política económica sin suficiente sustento”, pues mejor se pone en guardia. Después, los analistas nos ponen a temblar cuando alertan de que vamos rumbo a una recesión, que ésta es inevitable.
Recesión económica implica una caída en la producción, menos consumo, menos inversión y, en consecuencia, despidos, desempleo y crisis económica, por eso en todos lados se le teme. Más aún cuando los países desarrollados, incluido Estados Unidos, están entrando en una desaceleración que no ayuda.
La verdad es que solo sabremos si estamos en recesión el 31 de julio, cuando el Inegi publique la cifra del crecimiento del PIB en el segundo trimestre. Si se asemeja al del primero, serán dos a la baja y no habrá duda, pero para eso todavía falta, aunque tanto el Banco de México como el Bank of America hablan ya de una "ligera recesión" y de "recesión técnica". Pero el Presidente les contestó que puede haber disminuido el producto interno bruto pero "hay más desarrollo" y menos corrupción.
Mientras tanto, la mayor parte de la sociedad, malgré tout, confía en su Presidente y en el cambio de gobierno a pesar de que las élites económicas, políticas y periodísticas apunten en contra. Las encuestas aún muestran un apoyo mayoritario a las iniciativas de Andrés Manuel López Obrador, y aunque este vaya disminuyendo aún es superior al sesenta por ciento en las encuestas.
Y con todo no es suficiente. El gobierno también tiene que lograr la confianza de inversionistas, empresarios, comerciantes y profesionistas. La confianza es básica para el funcionamiento de cualquier política pública, lo sabe el gobierno, lo saben los economistas, lo saben los sociólogos y hasta la OCDE así lo ha dicho.
"Sin la confianza en el gobierno no hay reforma o transformación que pueda reactivar la economía y dejar atrás las crisis. Recuperar la confianza no sólo es estratégico para la recuperación, sino incluso para la viabilidad del Estado mismo" (Trust in government, policy effectiveness and the governance agenda).
Son tres los elementos clave, según la misma OCDE: integridad, transparencia y participación, o lo que es lo mismo, cero corrupción y honestidad, acceso a la información y participación social.
En la 4T se lleva un buen avance en el primer punto pero muy poco en el segundo. La transparencia y el acceso a la información no son fáciles cuando llevas prisa, que es la característica de López Obrador.
La participación social tampoco ha sido relevante en los proyectos del lopezobradorismo, al menos más allá de las "asambleas" a mano alzada donde el presidente cancela proyectos de transporte público o cambia de política hacia Estados Unidos.
Si el gobierno no logra la confianza de la sociedad y de sus socios comerciales el panorama se puede ensombrecer. Para evitarlo el carisma del líder no es suficiente, se requiere un claro compromiso democrático y mayor transparencia. Los fines nunca justifican los medios y, aunque se coincida en las preocupaciones de la 4T, para apoyarlas se requiere de un gobierno confiable. Hoy aún no lo tenemos.
Transparencia y acceso a la información no son fáciles cuando llevas prisa, característica de AMLO