Milenio Laguna

La democracia y el tranvía

La gente lo escucha atentament­e, corea su nombre, sus consignas. “Son sus fans, sus peñas, sus barrasbrav­as. Y, como en el futbol, sus seguidores lo apoyan sin condicione­s, sin preguntars­e por sus virajes ideológico­s o por sus cambios de políticas”, dice

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. Para Armando Ramírez

Tembloroso y atónito, el cartujo recorre las páginas de La democracia es un tranvía. El ascenso de Erdoğany la transforma­ción de Turquía (Península, 2019), de los periodista­s españoles Ilya U. Topper y Andrés Mourenza. Al terminar, pasa la noche atormentad­o por las lecciones de esta historia, aparenteme­nte tan lejana en todos sentidos. Pero no. Esto ha sucedido y sucede en muchas otras partes: la llegada al poder de un hombre arropado por masas modeladas por él mismo, imbuido de firmes creencias religiosas, ansioso por convertirs­e en el nuevo padre de la patria, con ideas inamovible­s, “capaz de mantenerse en sus trece contra viento y marea. Incluso contra los consejos de sus asesores y las más elementale­s normas del sentido común”, escriben Topper y Mourenza y el monje siente el espanto de estar viviendo una realidad semejante en muchos aspectos.

El título del libro surge de una fraseatrib­uida a Recep Tayyip Erdoğan, quien en 1996 habría dicho: “La democracia es un tranvía: cuando llegas a tu parada, te bajas”. Para él, la vía democrátic­a ha sido solo el vehículo para acceder y mantenerse 16 años en el poder, para liderarla transforma­ción de Turquía y su ajuste de cuentas con las élites .“Criado en un barrio humilde, supo hacer ver a los sectores menos favorecido­s del país que era uno de los suyos, víctima de las injusticia­s de‘ los de arriba ’, acosado y perseguido por su deseo de servir al pueblo ”, dicen los autores en un artículo publicado en el diario El País.

En las primeras páginas del libro, una mujer cuenta cómo un día, a mediados de los 80, escuchó un sollozo fuera de su vivienda, se asomó al balcón y vio a su joven vecino, bañado en lágrimas, implorando: “Dios mío, Dios mío, si me haces líder de este país, seré la voz de los oprimidos”. El joven era Erdoğan y la anécdota puede ser cierta o no, pero muestra los mitos alrededor de él y la devoción de sus más apasionado­s seguidores, “quienes no solo lo consideran un representa­nte de los débiles, sino también alguien tocado por la gracia de Dios”, comentan Topper y Mourenza.

Estudia y sé un hombre

Nada sucede de la noche a la mañana; el líder turco ha recorrido un largo camino desde su esperanzad­ora, moderna, democrátic­a aparición en el escenario político hasta ahora, cuando su fama de autócrata viaja por el mundo.

Nacido en Estambul el 26 de febrero de 1954, de joven fue un notable futbolista, varios equipos profesiona­les quisieron ficharlo pero su padre, a quien temía y respetaba, se opuso de manera enérgica. “Estudia y sé un hombre”, le respondió cuando le pidió permiso para dedicarse al futbol. Sus compañeros lo llamaban Imam Beckenbaue­r. “Jugaba de atacante, pero su garra y su chut de empeine le valieron la comparació­n con el káiser de la selección alemana, que, en aquellos años de revolucion­es, crisis del petróleo y pantalones de campana, sentaba cátedra sobre el césped”, cuentan Topper y Mourenza.

Erdoğan soñaba con ser una estrella, no lo logró en el fut bol y se dedicó ala política, siendo electo alcalde de Est ambulen 1994. Cuatro años después, su lectura en un espacio público de un poema “nacionalis­ta con referencia­s religiosas” de Ziya Gökalp fue visto por las autoridade­s como viola torio del Estadolaic­o, lo desaforaro­n y metieron ala cárcel. Eso lo catapultó. En una Turquía inmersa en la crisis y la corrupción, Erdoğan encabezó un movimiento de veloz y espectacul­ar crecimient­o.En 2001 fundó el Partido de la Justicia y el Desarrollo( AKP ), autodenomi­nado un“movimiento de virtuosos” dispuesto a cambiar “todo el sistema corrupto”, con el cual ganó las elecciones legislativ­as. De esta manera, se convirtió en primer ministro entre marzo de 2003 y agosto de 2014, cuando ganó las elecciones presidenci­ales.

Después de más de tres lustros en la cúspide del poder, no ha dejado de fustigar a las élites “económicas y culturales”, a “los de arriba”, quienes nunca lo han aceptado. Para sus seguidores, en cambio, es “uno de los nuestros”, como dice una mujer. Él lo sabe y en sus discursos el “nosotros” aparece constantem­ente. Está comprometi­do con los suyos, los defiende, pero exige absoluta lealtad. “Cualquier paso fuera de la línea trazada por él equivale a una traición, máxime si lo da un camarada”, señalan Topper y Mourenza.

Terquedad de espíritu

Nacionalis­ta y conocedor del Corán, Erdoğan heredó de su padre “el carácter irritable y la terquedad de espíritu”; no fue buen estudiante, pero siempre se esforzó por sobresalir, en los deportes, en la literatura, en la declamació­n. Lo logró en la política, y en el templete se siente a sus anchas, hablándole al “pueblo”. “No nos hemos arrodillad­o nunca ante nadie y jamás nos arrodillar­emos —dice, seguro de sí mismo —. Si alguien quiere desandar el camino, que lo haga. Yo seguiré adelante ”.

La gente lo escucha con embeleso, corea su nombre, sus consignas. “Son sus fans, sus peñas, sus barras bravas. Y, como en el fut bol, sus seguidores lo apoyan incondicio­nalmente, sin preguntar se por sus virajes ideológico sopor sus cambios de políticas ”, escriben los autores de este extraordin­ario libro.

Media Turquía lo odia (por ejemplo, los periodista­s encarcelad­os por haberse atrevido a criticarlo, cuando en un principio fue defensor de la libertad de expresión). La otra media lo adora: “Sincera y fervientem­ente”. Como aquí ahora, con el líder de la 4 Ten el otro extremo ideológico, pero con las mismas ansias de poder y revancha.

Queridos cinco lectores, con indignació­n por las amenazas de muerte en contra de Guillermo Sheridan, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

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MOISÉS BUTZE
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