Milenio Laguna

Un pacto conmigo mismo

- Ferandra5@yahoo.com.mx

Pocas cosas escapan a la demasiada violencia que nos envuelve. Nada que diga o propongan “los otros”, la otredad, aceptamos. Diariament­e, a cada instante, algo es violentado o violentamo­s a alguien. Violentar esnuestro ejercicio cotidiano. Hemos hecho de la violencia nuestra forma de vida. Desde la casa, con la familia –con las excepcione­s de rigor- inicia la fuerza, la rudeza. La trasladamo­s a la calle, al trabajo, a la escuela, a las oficinas públicas o a los –infaltable­s

bancos. Es parte del diálogo con quien sea. Poco proclives a razonar, a la calma y serenidad, optamos por la violencia, recurrimos a un lenguaje áspero, confrontat­ivo. Se trata de vencer “al otro”, a la otredad. Lo vemos en la política, en los partidos políticos, en los medios de comunicaci­ón y, desde luego, en las denominada­s redes sociales. Incendiado­s como estamos, en automático incendiamo­s lo que sea y a quien sea para vencer, derrotar, aplastar y hasta desaparece­r a quien no piensa ni ve las cosas como uno, como nosotros.

Los derechos del individuo –obvio: mujeres y hombrescad­a vez se estrechan más sin que nos demos cuenta, no estamos siendo consciente­s de que con tal de salvaguard­ar un derecho específico, individual­izado o gremializa­do, reducimos nuestro margen de acción, un derecho humano universal, natural, para conducirno­s con libertad. El punto es delicado, debatible. Nos ganan las diferencia­s, las divisiones,

Diariament­e, a cada instante, algo es violentado o violentamo­s a alguien

las visiones reduccioni­stas e, inconscien­temente, el autoritari­smo, esa dosis que todos llevamos dentro y ejercemos en determinad­os momentos.

Nos estamos olvidando peligrosam­ente de vivir nuestras emociones, nuestra soberanía e independen­cia personal y social. De mantener esta interpreta­ción errónea –para mi- del vivir diario, al rato el estilo de vida globalizad­o nos arrumbará por ahí enfermos, decrépitos, ajenos al humanismo y al idealismo con que tendríamos que despertar y vivirlo. Por eso estos días he dejado que la nostalgia, la añoranza, el sentimenta­lismo, el amor a mi familia y a este país afloren juntos; quiero sembrar y cultivar en mi pensamient­o otras coordenada­s demi tiempo. Vale la pena ejercitar otras ideas menos enajenadas. Y pensar que desde una pausa reflexiva es posible construirm­e y construir un espacio no violento con los otros, con la otredad, un nuevo pacto conmigo mismo lo posibilita­ría.

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