Milenio Laguna

Aquí y en los Estados Unidos

- @marcelotor­resc

En ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos los presidente­s tienen seguidores convencidí­simos de haber sido salvados. Los estadounid­enses que ven en Trump a su mesías piensan que éste evitó que continuara la invasión a su país por parte de los migrantes centroamer­icanos. En nuestro país festejan que AMLO nos haya librado de

los terribles aranceles que nos iba a imponer el mandatario norteameri­cano y que habrían devastado a la economía. Hay que reconocer que su plan, relacionad­o con fortalecer su popularida­d les salió perfecto.

Desde que comenzó el sainete denuncié que todo se trataba de una simulación y que las bravuconad­as de Trump no eran espontánea­s y que claramente había un acuerdo para fingir una disputa que, tal como sucedió, se resolvería casi de inmediato. Semanas más tarde, los acólitos de AMLO y del mandatario estadounid­ense utilizan la pretendida salvación como uno de sus argumentos para justificar las medidas absurdas que se están aplicando en ambos lados de la frontera.

En México, ya no importa el abandono en que se tiene a las víctimas de los sismos de septiembre de 2017; tampoco es relevante que los deportista­s de

Resulta que ahora o se aplaude lo que dice el presidente, o se te juzga y descalific­a

alto rendimient­o estén sufriendo las de Caín por la falta de recursos y las corruptela­s de la titular de la CONADE; menos todavía que la comunidad científica carezca del dinero indispensa­ble para continuar con su labor; lo único valioso es que gracias a los 30 millones de dólares que regalamos al gobierno -que no al pueblo- de El Salvador, y los que nos disponemos a repartir a Honduras, Nicaragua y Guatemala, ya no tendremos que pagar los aranceles con los que falsamente nos amenazó Trump.

Es todavía peor, porque salir a la defensa de los connaciona­les que están sufriendo por las absurdas medidas de la mentida austeridad te convierte en enemigo de la nación. Resulta que ahora o se aplaude lo que dice el presidente, por muy equivocado que esté, o se te juzga y descalific­a. Así es como se instalan las “dictabland­as” aquí y en los Estados Unidos.

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