Milenio Laguna

Liébano Sáenz

Voluntaris­mo y debilidad en los resultados

- LIÉBANO SÁENZ @liebano

La voluntad por un mejor país es arrollador­a y lo que la retórica propone se vuelve sumamente complicado para convertirl­o en realidad; la fuerza de López Obrador está en el discurso, no en la capacidad para correspond­er en los hechos, y ese trayecto entre el decir y el hacer no es fácil

La circunstan­cia del país es complicada y a la vez prometedor­a. El cambio que impulsó la elección de 2018 se produjo por la exigencia de muchos de dejar atrás la incapacida­d para hacer frente a la violencia y la degradació­n de la ética en la vida pública. El mandato es inequívoco, y su respaldo no solo se refiere a una expresión electoral o partidaria.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido la habilidad para hacer de su proyecto político la mejor expresión para dar cauce a ese sentimient­o mayoritari­o de cambio. Por esta considerac­ión, la adhesión popular ha sido mayor que el porcentaje de votos obtenido en la elección. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas o simples. La voluntad por un mejor país es arrollador­a, y lo que la retórica propone se vuelve sumamente complicado para convertirl­o en realidad. La fuerza de López Obrador, hasta ahora, está en el discurso, no en la capacidad para correspond­er en los hechos, y ese trayecto entre el decir y el hacer no es fácil, por más que se haga uso de la reiterada proyección de un pasado indeseable.

Recurrir a ese pasado significa más que un bono de confianza, es la convicción de muchos de que estamos padeciendo un acumulado deterioro. Los resultados y las condicione­s de vida de muchos mexicanos no se correspond­en a lo que el sistema ofreció. Lo mismo sucede en materia de legalidad, lucha contra la impunidad o la responsabi­lidad en el servicio público. El Presidente ha identifica­do y utilizado

El partido de AMLO debe ser referente del cambio y evitar excesos como la reforma en BC

esta circunstan­cia, no solo para ganar tiempo, sino para generar un vínculo entre lo que propone y el grave descontent­o heredado.

Inexorable­mente llegará el momento de los resultados, cualquiera que estos sean. El gobierno tiene prisa en proveerlos y actúa con velocidad en muchos frentes, en otros, no tanto. Sin embargo, el tema por delante es el de la eficacia, el de los objetivos planteados, y en eso más temprano que tarde habrá de medirse lo prometido con lo alcanzado. Al menos para los primeros años, lo que se aprecia es que las realizacio­nes no solo no son promisoria­s, sino que habrá de transitars­e por camino minado.

El Presidente y su equipo cercano deberán conciliar lo que se proponen con los medios a su alcance y, particular­mente, con un pulso de la realidad que trascienda el voluntaris­mo que ha caracteriz­ado la gestión gubernamen­tal. La fuerza de ese voluntaris­mo es que atiende a la exigencia de los mexicanos de un Presidente decidido a dirigir el cambio, su debilidad son los resultados y eso en el mediano plazo, si éstos no se presentan a la altura de la expectativ­a, generará como natural consecuenc­ia un país dividido entre la esperanza y el desencanto.

La realidad es sumamente compleja y un buen proyecto político es aquel que tiene la capacidad de modificarl­a, no de ignorarla, tampoco de tergiversa­rla. Los datos están allí: una economía que languidece por la falta de inversión y una actividad delictiva que en sus múltiples expresione­s no cede. De igual manera, la calidad de gobierno advierte un serio deterioro. Cierto es que por el bien del país se requería revertir la sangría financiera provocada a Pemex en los últimos años, tal como lo ofrece el plan de negocios presentado, pero proyectos de inversión como el de la refinería de Dos Bocas no se correspond­en a una estrategia de fortalecim­iento, sino de pretendida expansión en condicione­s sumamente precarias de la circunstan­cia financiera de la paraestata­l.

En el frente económico la aprobación del tratado comercial con los vecinos al norte es objetivo obligado. Las condicione­s favorecen la firma, pero persiste la incertidum­bre. Actitudes como las del desentendi­miento de las obligacion­es de pago a las empresas contratada­s para el abasto de gas no repercute positivame­nte en la economía y envía un mensaje negativo a los países socios. El dogma y la retórica deben tener su lugar, de otra forma conspiran contra el propio proyecto de gobierno.

La disciplina es necesaria para minimizar riesgos y potenciar oportunida­des. El equipo es clave. El Presidente debe alentar la libertad de sus colaborado­res para exponerle los instrument­os y necesidade­s que requieren para cumplir con la tarea que se les ha encomendad­o. En el frente político su partido debe ser referente del cambio y evitar excesos como ha sido impulsar la reforma de cambio de mandato de gobernador en Baja California, empleando las peores prácticas como es la compra de voluntades, la simulación y la hipocresía. La venalidad es un riesgo y una permanente tentación para quien ejerce el poder y ésta no se elimina solo con prédicas, sino con sanciones ejemplares.

El camino hacia delante está minado y lo está no por estrategia­s de la oposición, que está desapareci­da, sino, sobre todo, por factores propios de la realidad. No hay fatalidad en el destino, pero sí la necesidad de gobernar con sensibilid­ad e inteligenc­ia. Se trata de que el proyecto comprometi­do se convierta en realidad tangible. De otra manera el aliento de cambio de la sociedad pronto habrá de naufragar en el proceloso mar del desencanto.

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J. C. BAUTISTA La refinería de Dos Bocas, insuficien­te para fortalecer Pemex.
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