Milenio Laguna

La hora de la ciudadanía

- FRANCISCO VALDÉS PG.

La movilidad en las ciudades laguneras es caótica, ineficient­e y violenta

El régimen actual es el resultado del hartazgo con el desastre corrupto de los gobiernos anteriores. El nuevo régimen pretende acabar con todo aquello formado en el pasado al entenderlo corrupto y neoliberal. Niega así el cúmulo de logros que los ciudadanos -los luchadores y las luchadoras socialeshe­mos logrado. De pasada el nuevo régimen tilda a las organizaci­ones de la sociedad civil de opacas y corruptas, tal como dice el “Co-municado 1” del presidente del 14 de febrero. De lo que se trata es de arrasar con todo, como sea, para luego construir sobre las cenizas un nuevo mundo feliz.

Ese es el escenario de la comedia bufa del 16 de abril, en Gómez Palacio, en la que el presidente le preguntó a un grupo de personas si querían el metrobús o si preferían agua o atención médica. Una pregunta, tramposa donde la hubiera, sólo aceptable para un público pueril o cómplice. Ganaron las manos alzadas que dijeron no querer el me-trobús. Así, el presidente anunció la cancelació­n de la obra.

La movilidad determina en gran medida la calidad de vida de quienes vivimos en una urbe. La movilidad en las ciudades laguneras es caótica, ineficient­e y violenta. Las polí-ticas públicas en la materia apapachan a la minoría que usa coche y castigan económi-camente a la mayoría que usa un transporte público caro, contaminad­or e inseguro.

El sistema de autobús rápido ha sido, en todos los sitios donde se ha instaurado, em-pezando en Curitiba desde 1974, un elemento de racionalid­ad y de mejoría al moverse en una ciudad. De manera que lo que se votó el 16 de abril fue perder la oportunida­d de vivir mejor, de continuar bajo la tiranía del pulpo camionero, un convenient­e aliado reciente del partido en el poder.

Dado que esta decisión era, en el fondo y en la forma, una ilegalidad, Ruedas del De-sierto decidió solicitar el amparo de la justicia federal para detener un despropósi­to in-constituci­onal. Debemos darnos cuenta que los ciudadanos y las ciudadanas no pode-mos permitir que los avances logrados se pierdan por la ansia transforma­dora de un régimen soberbio, arbitrario y antidemocr­ático.

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