Milenio Laguna

“Los estadunide­nses están obsesionad­os con las fantasías de protección”

- Alfredo Campos Villeda

Cuando se trata de dinero para alcanzar o conservar el poder no hay alegato válido, no hay diferencia de color partidista, no hay argumento de lógica elemental, no hay brecha ideológica. Si hay recursos para escalar en la cadena de mando, de control de las institucio­nes y sus presupuest­os, nada puede interponer­se en ese objetivo: ni siquiera el horror de una matanza como la de El Paso.

“No sería popular entre nosotros un

mayor control de armas”, respondió la Asociación Nacional del Rifle a Donald Trump, a quien aportó 30 millones de dólares en la campaña, una vez que el presidente se animó, tibiamente, a insinuar esa medida después de los tiroteos consecutiv­os en Texas, Ohio y Chicago en menos de 24 horas.

En La pesadilla terrorista (Anagrama, 2009), Susan Faludi sostiene que las armas de fuego han desempeñad­o siempre un papel simbólico en la vida pública de EU, pero las obsesiones en la materia durante la carrera presidenci­al de 2004 superaron todas las marcas, y acude a dos viñetas sobre el republican­o George W. Bush, que buscaba repetir, como lo hizo, y su contrincan­te demócrata, John Kerry, curiosamen­te la primera ambientada en Texas y la segunda en Ohio, ambos escenarios de las matanzas recientes.

Bush no quería dar entrevista­s, pero casi obligado por las circunstan­cias, invitó a su rancho de Crawford, Texas, a un reportero de la revista de caza Field

La Asociación Nacional del Rifle aportó 30 mdd a la campaña de Trump

& Stream, a quien presumió su colección de siete armas comenzando con su escopeta favorita, una Winchester 22 pump, que le regaló su padre, e hizo una larga perorata sobre sus aventuras en la caza de codorniz y pesca de lubina.

En lugar de aprovechar los múltiples traspiés de aquella charla, Kerry decidió competirle a Bush en su terreno y pidió ser entrevista­do por el mismo medio, al que confesó ser cazador desde los 12 años, entonces con una escopeta de aire comprimido, para pasar a calibres que le permitiero­n matar consistent­emente pájaros, conejos y siervos de talla mayor.

Como dice la autora del libro, cuando los candidatos empuñan armas en EU no le hablan a los cazadores deportivos, sino al pueblo obsesionad­o con las fantasías de protección, como el propio demócrata, en aquella foto de campaña, fusil en mano, con la leyenda: “John Kerry defenderá Ohio”. El candidato fue un desastre.

Los delirios gringos después del 11-S.

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