Milenio Laguna

“¿Podrá funcionar el PRI de contrapeso al actual gobierno?”

- Francisco Abundis

Hasta hace algunos años cuando alguien se refería a El Partido, no hacía falta indicar a qué partido político se refería. Era obviamente el Partido Revolucion­ario Institucio­nal: el PRI. Esa identidad o ese apelativo se fue perdiendo con el tiempo. Durante la década de los años 80 o 90 del siglo pasado nuevas fuerzas políticas emergieron y el PRI ya no era sinónimo del partido en el gobierno. La reforma electoral del final de los años 70 de Reyes Heroles permitió a otras fuerzas políticas ser competitiv­as y ser fuerzas políticas alternativ­as.

Con el tiempo el apelativo de El Partido fue cada vez más difuso, menos concreto o claro. En 1989 en Baja California el PRI pierde su primera elección estatal frente al Partido Acción Nacional. Si bien este partido había mostrado su fortaleza en elecciones municipale­s, hoy alcaldías, no había ganado antes ninguna gubernatur­a. A partir de este momento el PRI inició un claro declive en su poder local.

La elección presidenci­al

de 2000, año en que este partido pierde la elección y emerge el Partido Acción Nacional como fuerza dominante a escala nacional, fue un punto de inflexión en nuestra historia político-electoral. El triunfo del ex presidente Vicente Fox finalizó una historia de más de 70 años de partido de Estado y representó una elección de cambio de régimen.

Durante todos estos años el PRI siempre mantuvo un candidato de “unidad”. Es decir, siempre sus diferentes sectores o fuerzas políticas dentro de El Partido preferían tener un candidato en común y no un proceso de elección interna. Esta historia cambió cuando el PRI ya estaba fuera del poder federal. En 2004 se realizó una elección interna competida entre Roberto Madrazo y Beatriz Paredes. El primero resultó ganador. Esta fue la primera vez que el PRI tuvo una elección para el relevo de su dirigencia.

Esta historia, que empezó hace apenas 15 años, se repite el próximo 11 de agosto, solo que en circunstan­cias muy distintas. Hoy el PRI representa la tercera fuerza electoral del país. En la última elección presidenci­al su candidato presidenci­al quedó a 37 puntos porcentual­es del ganador, el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien obtuvo 53 por ciento de la preferenci­a electoral contra 16 por ciento de José Antonio Meade.

A diferencia de hace algunos años, los niveles de atención sobre esta elección son mucho menores a los que se tuvieron en 2004 y 2007. Mientras en aquellos años más de la mitad de la población estaba enterada del tema (55 por ciento), hoy menos de una tercera parte (28 por ciento) sabe de la elección.

De la misma manera la expectativ­a de que este instituto político regrese a tener la confianza de los ciudadanos parece tener niveles muy bajos. Mientras que en 2004 35 por ciento de la población a escala nacional considerab­a que el PRI podría recuperar la confianza de los ciudadanos y 48 por ciento no lo veía así, 15 años después solo 23 por ciento considera que el PRI puede recuperar la confianza contra 69 por ciento que no. Estos datos son claros indicadore­s de la distancia que existe entre el PRI y los ciudadanos.

Datos consistent­es con los niveles de confianza son los que reportan el beneficio percibido cuando este partido estuvo en el gobierno. Es muy probable que estos números estén influidos por el hecho de ser un partido que viene de estar en el gobierno federal y perdió hace poco más de un año la elección presidenci­al. Lo cierto es que la percepción negativa de su contribuci­ón al país es de dos de cada tres mexicanos (64 por ciento), contra solo uno de cada cuatro (25 por ciento) que la ve positiva.

El PRI puede representa­r solo un ejemplo de la crisis de los partidos políticos en general, o más aún de la vida pública. Se podría contraargu­mentar que otras fuerzas, como Morena (que no se considera partido sino movimiento) o el PAN, no tienen esta imagen pública. Lo cierto es que el primero parece más afianzado por el capital político del presidente AMLO y el segundo tiene más arraigo a nivel local que nacional, como mostraron las elecciones locales pasadas.

Habrá que poner atención al proceso electoral en puerta del PRI para observar su desenlace. Finalmente, tarde o temprano, el actual gobierno tendrá que enfrentar contrapeso­s. ¿Será el PRI quien los representa­rá? Una historia todavía por escribirse.

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