Milenio Laguna

Desde el nombre, absurda decisión

No se inventa el hilo negro para crear la hebra oscura, menos aún la salud enferma

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

El partido en el poder quiere matar el Seguro Popular y crear algo mejor con el ridículo nombre de Instituto de Salud para el Bienestar. ¿En alguien medianamen­te cuerdo cabrá la idea de un organismo de prevención y atención sanitaria para el malestar? Por su siglas será el ISB o, con P mayúscula, el ISPB. Y si, como cuando preguntó Andrés Manuel López Obrador en un mitin, no se sabe lo que significa Coneval, es inimaginab­le que se entienda lo que será “el Iesebe” o en “el Iesepebe”.

Más allá de la formas pleonástic­as (qué bueno que la Conagua sobrevive y no se le añada la de húmeda), el fondo de la extinción del Seguro Popular es lo que señalan los seis ex secretario­s de Salud en su carta al Presidente de la República, a los órganos de Gobierno del Congreso de la Unión y a la opinión pública, alertando sobre la “iniciativa con proyecto de decreto que reforma, adiciona y deroga diversas disposicio­nes de la Ley General de Salud, la Ley de Coordinaci­ón Fiscal y la Ley de los Institutos Nacionales de Salud”, por considerar que “tiende a una recentrali­zación” del sistema.

“La voluntad por desaparece­r la Comisión Nacional de Protección Social en Salud y su brazo operativo, el Seguro Popular”, opinan, es un “error crucial” que “anularía uno de los avances institucio­nales más importante­s del sistema de salud mexicano en este siglo. El Seguro Popular es una pieza que se colocó sobre el edificio construido por las generacion­es anteriores de médicos, enfermeras y trabajador­es de la salud”.

Es una historia de política (la del Seguro Popular) “acorde con la dimensión y la naturaleza del sistema público, que exige estrategia­s graduales, perseveran­tes y tenaces. Su mejora no es obra de ningún viraje repentino, de un gran cambio, sino de políticas de Estado”. Gracias a esto, “México tiene hoy más camas de hospital por habitante, más médicos y más enfermeras, y por eso ha reducido continuame­nte la mortalidad infantil, la muerte materna y logrado eliminar o controlar enfermedad­es como la poliomieli­tis y la difteria, controlar el sarampión y la rubeola, y contar con uno de los esquemas de vacunación más completos”.

La pertinenci­a del Seguro Popular (más de 15 años de vida) se refleja en su elevado número de afiliados (se multiplicó por 15 en diez años) y los pacientes y familias más pobres de México “no perdieron su patrimonio ni se arruinaron, precisamen­te porque existe el Seguro Popular y su instrument­o financiero para atender las enfermedad­es de alto costo y complejida­d: el Fondo de Protección contra Gastos Catastrófi­cos”, hacen ver los ex secretario­s.

No sobra insistir: un paso tan capital como la desaparici­ón de una institució­n (son ya varias las fulminadas en siete meses) requiere ser debatido, en uno y otro sentidos, con argumentos sólidos.

Si todo fuera cosa de borrón y cuenta nueva, México se quedaría sin institucio­nes porque en todas hay deficienci­as y problemas.

HUn paso tan capital como desaparece­r una institució­n requiere debate con argumentos sólidos

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