Raíces de odio
Los crímenes cometidos en los EEUU por jóvenes perturbados e incitados por el odio racial, se originan en la descomposición social, la cultura de la violencia, la tradición armamentista y avasalladora, y los atavismos esclavistas que nutren la ideología supremacista de los blancos anglosajones.
Al dolor natural por la tragedia se suma la conmoción de experimentar que el odio de muchos estadounidenses hacia los mexicanos llega al extremo del crimen.
Donald Trump es responsable de alentar esas condiciones y de mantenerlas prestas a inflamarse.
Ante lo ocurrido, deberíamos analizar nuestro comportamiento y juzgarnos objetivamente. Para esto basta ver nuestras condiciones reflejadas en las del país vecino.
Eso nos llevaría a concluir que como muchos estadounidenses, muchos mexicanos tienen serios complejos de superioridad por los antecedentes de su nacionalidad y clase social. Por ellos campea la discriminación entre nosotros.
Y no somos, tampoco, ajenos a los crímenes de odio: ahí están los feminicidios y los asesinatos por homofobia.
Los partidos basan sus campañas
Los partidos basan sus campañas en injurias y calumnias para descalificar a los oponentes y aun para denigrarlos
en injurias y calumnias para descalificar a los oponentes y aun para denigrarlos. El PAN fue quien empezó a decir que los pobres son seres no pensantes y que por eso votaban por el PRI.
Hoy priistas y panistas con métodos análogos se atacan entre sí y afirman que los partidarios de MORENA son los pobres e ignorantes.
Esta atmósfera de discriminación y desprecio la agudiza el Presidente con su insistencia en dividir, sin distingos, al país en buenos y malos.
De un lado: la entelequia del pueblo bueno y del otro los malos, los que enarbolan el liberalismo económico y los políticos corruptos.
Todos, gobernantes y gobernados, deberíamos tratar de corregir nuestra forma de pensar y actuar; y de contribuir a reducir las tensiones sociales para prevenir males mayores.