La hora final del PRI
El PRI renunció a ser oposición para girar en la órbita de AMLO. Así nació y así eligió morir. Final deshonroso para un partido cuyas aportaciones al país acabaron sepultadas por la generación de Peña Nieto, caracterizada por la corrupción, la soberbia y el abandono de su doctrina social. La elección de la fórmula de Alejandro Moreno y Carolina Viggiano —combinación de Peña y Marta Sahagún— resultó según lo planeado.
Obnubilado, el PRI acaso supone que su alianza con AMLO y el eventual fracaso de la Cuarta Transformación lo convertirán en opción para regresar al poder. Si ya ocurrió con Peña tras los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, argumentarán sus estrategas, ¿por qué no en 2024 con Miguel Osorio Chong e incluso con Moreno? Chiste cruel o sueño guajiro, da lo mismo. En 2012 concurrieron factores irrepetibles: el PRI gobernaba 19 estados, entre ellos Veracruz —entonces su segunda reserva de recursos y de votos—, y hoy solo 11. El más fuerte de ellos es Estado de México, donde virtualmente está copado por Morena.
La tendencia en los estados, como se observó en Baja California y Puebla el pasado 2 de junio, es que Morena avance y el PRI siga en picado. En Aguascalientes, Durango y Tamaulipas, el PAN borró del mapa al partido de AMLO. Acción Nacional representa hasta hoy la única oposición, a pesar de la pifia en
Acción Nacional representa hasta hoy la única oposición
Baja California por la «Ley Bonilla» de la cual se deslindó. También expulsó a los nueve diputados de la anterior legislatura que avalaron el atropello. Una vez promulgada la reforma que amplía de dos a cinco años el gobierno de Jaime Bonilla, el PAN presentará un juicio de inconstitucionalidad ante la Corte para anularla.
En las presidenciales de 2006, Fox intentó eliminar de las boletas a López Obrador con el apoyo del PRI, y por poco pierde la elección. En 2012, Calderón siguió la misma ruta, sin embargo, para asegurarse de no fallar, abandonó a Josefina Vázquez Mota y se decantó por Peña Nieto. Si el PRI supone que López Obrador podría favorecer a un tricolor en la sucesión de 2024 para frenar a la derecha, significa que también perdió la razón. El PRI negoció con Fox y Calderón desde una posición de fuerza; hoy no la tiene. La suya no es una alianza, sino una rendición.