Más allá de las medallas
El fondo gubernamental de incentivos para ser destinado a los atletas más destacados de alto rendimiento del país (que alcanza ya los 500 millones de pesos), hay que decirlo claro y fuerte, es una gran acción, pero no es algo que construya por sí mismo una política deportiva de Estado.
Tampoco lo es la decisión de poner al frente del deporte federal a una de las más destacadas atletas que ha dado este país, Ana Gabriela Guevara.
Siendo dos acciones insuficientes, sin embargo, ambas ayudarán muchísimo para que en las próximas semanas se perfile y se difunda con amplitud qué es lo que se pretende en este rubro.
Una transformación del país como la que está en marcha debe de tener como uno de sus ejes la práctica organizada del deporte. Esto implica una profunda reforma a la manera en la que se ha impartido la educación física en las escuelas públicas.
Se sabe ya que la práctica del deporte impactará siempre de forma positiva no solo en la salud de cada persona, sino en la posibilidad de alejar a adolescentes y jóvenes de actividades delictivas y adictivas. Es por ello que resulta prioritario. Creo yo que hemos llegado a un punto en el que lo único que hace falta es tomarnos las cosas en serio y trabajar en consecuencia. No es tiempo ya de diagnósticos o estudios. Lo que se tiene que hacer está muy claro y los datos que respaldan una política de masificación del deporte, sobran por contundentes y urgentes.
Hay que integrar los numerosos esfuerzos que se vienen haciendo, organizados por distintas dependencias oficiales, y alinearlos en un plan general con objetivos que se puedan medir.
Y hacia el sector específico del llamado “alto rendimiento” hay que definir también con absoluta claridad las prioridades de cara al ciclo olímpico de Tokio, pero también al de los Juegos Olímpicos del 2024 en París.
Confío en que pronto pueda manifestarse una mayor claridad al respecto.
Hay que definir también con claridad las prioridades de cara a Tokio