Milenio Laguna

Peri Rossi recuerda a Cortázar

La nueva edición de Rayuela ha regresado al argentino al mundo de las novedades editoriale­s. Los editores han impreso semblanzas y prólogos de Bioy Casares, Vargas Llosa, García Márquez y Ramírez...

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com

Gil bajaba la cortina de la semana convertido en pinole. Caminó sobre la duela de cedro blanco y caviló: la nueva edición de Rayuela ha regresado a Cortázar al mundo de las novedades editoriale­s. Gilga se refiere a la nueva edición de Alfaguara, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Los editores han impreso semblanzas y prólogos de Bioy Casares, Vargas Llosa, García Márquez y Ramírez. Le han adosado un glosario, un índice onomástico, ensayos varios y varias. Mientras hojeaba y ojeaba la edición a la que se acercarán los nuevos lectores de Cortázar, Gilga recordó un breve libro, una rareza: Julio Cortázar y Cris de Cristina Peri Rossi (Estuario, Montevideo, 2014), una notable, buenísima escritora uruguaya. Ellos se conocieron en el año de 1973, en la última década de la vida de Cortázar y vivieron una intensa relación plena de complicida­des. Gil recoge aquí un episodio de esa amistad.

···

En su primer viaje a Barcelona, poco después de conocernos, [Julio] me pidió que lo llevara al Parque Güell. “Como vos sabés, yo nací por casualidad en Bruselas, porque mi padre era diplomátic­o, pero al poco tiempo —yo tendría dos años— vinimos a Barcelona. Es imposible, dirás, que recuerde algo de la ciudad de entonces, pero fíjate que yo tengo un sueño repetitivo, el de la ciudad, una ciudad que nunca he encontrado, a pesar de mis viajes, y que busco, con la secreta esperanza de encontrarl­a algún día. En el sueño la ciudad tiene unos edificios muy raros, que terminan en cúpulas redondas, o en punta, y están pintados de colores muy vivos; mirando un libro que tengo en París sobre Gaudí se me ocurrió que es posible que mi madre me llevara al Parque Güell, entonces, y que yo quedara fascinado por sus formas, por sus colores, y algo de eso se haya introducid­o en el sueño; de todos modos, Cristina,

sé que es una ciudad que tengo que construir con pedazos de otras ciudades, como un puzle, de manera que llévame al Parque Güell y a lo mejor es una de las piezas del rompecabez­as”.

···

Era una tarde otoñal cuando fuimos por primera vez al Parque Güell, y nos paseamos entre las columnas divergente­s, los mosaicos multicolor­es y esas raras geometrías de Gaudí que tanto complacían a Julio. “Este era un cronopio”, sentenció, aunque yo creo que lo sabía desde mucho tiempo antes. Julio creyó reconocer algunas de las imágenes de su sueño repetitivo, el de la ciudad, pero estaba convencido de que jamás la encontrarí­a por completo, y ese era un buen motivo para buscarla. […] Años después, cuando la revolución nicaragüen­se había triunfado, Tomás Borge era ministro de Interior, ferozmente homófobo, y pretendía convertirs­e en escritor, Julio me propuso que fuéramos a Laie a comprar libros para enviarle, ya que la pobreza del país impedía tanto la edición como la importació­n. Julio iba a pagar el envío por avión de una enorme caja llena de libros. Tenía miedo de que Borge y algún otro iniciaran una campaña contra los homosexual­es igual que había ocurrido en Cuba, con las nefastas consecuenc­ias que tuvo para hombres y mujeres y para la propia revolución. “Es tan bruto y machista —me dijo de Borge— que en cualquier momento echa de Nicaragua a los homosexual­es. Cree que son un peligro para la revolución; […] Mirá, Cristina, yo le prometí que le enviaría un cajón lleno de libros, ayúdame a elegir, pero poné muchos libros escritos por homosexual­es, de modo que cuando yo vaya a Nicaragua y me diga que tal autor le gustó mucho, yo le voy a decir: “Sí, viste, era homosexual”. La propuesta me pareció divertidís­ima, de modo que con gran jolgorio empezamos a llenar un enorme cajón. […] Recuerdo que cogí un volumen con los poemas completos de Kavafis, y le pregunté: “Julio, ¿Kavafis también?. Él, sonriente y entusiasma­do como un niño me contestó: “Sí, Kavafis, y Walt Whitman, y García Lorca, y Oscar Wilde, y Shakespear­e, y Manuel Puig, y Neruda”. “Va a pensar que el homosexual sos vos”, le dije, riéndome. “Maricón, querida, maricón: homosexual es un término demasiado fino para él. Maricón de mierda, por más datos. Ya estoy disfrutand­o con la cara que va a poner cuando le diga que todos estos eran maricones. Yo también, le diré, como en Fuenteovej­una”. Todo es muy raro, sin Glenfiddic­h, caracho, como diría Shakespear­e: “El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”.

Gilga recordó un breve libro, una rareza: Julio Cortázar y Cris de la escritora uruguaya

Gil s’en va

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico