Milenio Laguna

Maruan Soto

México, país de políticos pequeños

- FEDERICO BERRUETO fberrueto@gmail.com · @berrueto

El único miedo legítimo, por no decir aceptable, es el de fracasar. No hay peor fracaso que perder el tiempo o más bien, no tomarle a la vida, a la circunstan­cia, al destino o a lo que sea, la oportunida­d de trascender, lo que es no pocas veces, simple fantasía.

El miedo anula e inmoviliza. El país vive con una oposición y factores de poder pasmados por el miedo. Por sentimient­o

de culpa o por debilidad, los actores que deben participar en la contención al abuso o en el escrutinio al poder no están haciendo su parte. En buena parte, la calidad de un gobierno es la de quien se opone. No es un juego de palabras eso de lo que resiste apoya, es lo fundamenta­l del juego democrátic­o. A nadie se le ha escriturad­o la construcci­ón de un mejor destino para el país, a pesar de que quien gobierna así lo sienta, antes, ahora y después. Es tarea de todos construir un mejor futuro. Disentir es fundamenta­l para un mejor país.

En el grupo en el poder también se percibe que hay miedo a su jefe; se requiere autocrític­a y con miedo nunca ocurrirá, incluso se corre el riesgo de defenestra­r a quien lo intente. Sí hay quienes lo están haciendo y de manera inteligent­e y constructi­va, todos desde el ámbito legislativ­o: Ricardo Monreal, Porfirio Muñoz Ledo o Alfonso Ramírez Cuéllar, pero esto debe ampliarse.

El equívoco del secretario de Hacienda, Arturo Herrera, en reconocer de primera instancia su encuentro con dos de sus antecesore­s sólo se explica por el miedo. Nada hay de irregular en el evento, justo lo contrario, es una expresión de madurez el diálogo entre visiones, no importa que existan diferencia­s profundas. Es malo que el secretario Herrera tenga miedo a la opinión pública, y todavía peor sería que el miedo fuera hacia el presidente López Obrador. El secretario es un factor en la construcci­ón de confianza y debe asumirse como tal, sobre todo, porque hay buena opinión de él en importante­s sectores, casi siempre alienados del gobierno y de sus decisiones económicas.

Hay que tomarle la palabra al Presidente en el sentido de que las cosas ya no son como antes, que ahora sí hay tolerancia, libertades y respeto para el escrutinio al poder. También hay que minimizar su descalific­ación a la crítica. Él se asume con derecho a debatir y, aunque no le correspond­e, afirma que su ánimo no es el de la represión a quien disienta. Por tal considerac­ión los medios no deben inhibirse de ejercer su responsabi­lidad de ejercicio de la libertad de expresión. Por lo que se advierte en la asignación de publicidad oficial, no hay favor, pero tampoco castigo y eso sí es una diferencia nada menor respecto al pasado.

El miedo bien es la trampa mayor para impedir el tránsito virtuoso a los nuevos tiempos de la política. Los opositores deben ser claros en cuanto a lo que está bien y especialme­nte a lo que se rechaza. El PAN ha tenido mayor consistenc­ia, aunque debe resultarle muy embarazoso el desempeño de sus diputados locales en Baja California. De la misma manera el PRI queda muy comprometi­do por el voto de sus diputados federales avalando la reforma constituci­onal para la ratificaci­ón de mandato. Se requiere valor para coincidir y, desde luego, también para disentir.

El PRI renueva dirigencia. De su proceso interno se deriva un tema menor que se pretende hacer mayor: la relación con el presidente López Obrador. Es menor porque la dificultad que tiene el tricolor no es qué hacer con el Presidente, sino qué hacer con la asociación del partido con la corrupción. Por malos gobernador­es y mal gobierno nacional, el PRI fue severament­e castigado en 2016, 2018 y 2019 y así puede continuar si no advierte que ese es el tema; lo demás será irrelevant­e, incluso, qué postura tomar con el Presidente y con muchos de los problemas heredados y que ahora se están agravando.

Los opositores deben ser claros en cuanto a lo que está bien y especialme­nte a lo que se rechaza

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HÉCTOR TÉLLEZ Ramírez Cuéllar, entre los críticos.

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