Maruan Soto
La vida pública y el escrutinio de la prensa
Los enemigos de Andrés Manuel López Obrador no son los conservadores, los empresarios privilegiados, Carlos Salinas, los periodistas corruptos ni la mafia que estaba en el poder. No lo son porque todos están asediados por la embestida contra la corrupción y, como el caso del ex ministro Eduardo Medina Mora, prefieren la retirada que hacer frente a la amenaza. Desde hace tiempo se rindieron. Los partidos Acción Nacional y Movimiento Ciudadano, la prensa crítica y las organizaciones civiles que demandan legalidad y transparencia pueden resultarle incómodas, pero no son enemigos, son las expresiones propias de la democracia y que más que amenaza son una parte fundamental del escrutinio al poder.
Los enemigos de López Obrador están en casa. Son perniciosos porque ponen en entredicho al Presidente, que aunque tenga un amplio respaldo popular no significa que esté bien acompañado. Quien gobierna vive en soledad. El poder no se comparte, mucho menos se delega, lección penosamente evidente del pasado inmediato. Más aún, el poder se padece, precisamente porque entraña tomar decisiones difíciles y con frecuencia ingratas.
Hay quien se equivoca y aprende. Hay quien hace del errar invariable carta de navegación. El diputado Gerardo Fernández Noroña tiene mala entraña, un desperdicio de inteligencia que se regocija en la provocación. Todavía más detestable ha sido la conducta del gobernador de Puebla, Miguel Barbosa. Sorprende porque como senador y coordinador del PRD mostró muy buenos modos y formas. Hay quienes a los que la competencia los hace peores personas y el poder los envilece. Se requiere un desapego elemental a un básico sentido de decencia, para invocar a la voluntad divina como razón de la tragedia que llevó a la muerte a sus adversarios, el matrimonio Moreno Valle. Miguel Barbosa pasa a la condición de vil rufián incapaz de entender que la reconciliación era la ruta obligada. No advierte que él no estaría allí si no fuera por López Obrador.
La realidad es que los enemigos de López Obrador, si prevalecieran, acabarían con su proyecto. El gobernador de Veracruz, muy apreciado por el Presidente, ha dado muestras de evidente incompetencia. Gobierna un estado que desde hace tiempo perdió la vertical y es explicable que el Presidente lo apoye ante la magnitud de los problemas. La cuestión es que el nuevo gobernador hace muy poco para mejorar las cosas. La ilegal defenestración del fiscal Jorge Winckler complica la institucionalidad del desempeño y el compromiso con la ley.
Jaime Bonilla es otro destacado enemigo funcional del Presidente. Compró legisladores para procesar una reforma para que se le extendiera su mandato. Con apoyo del subsecretario Peralta pudo acometer uno de los ataques a la legalidad democrática sin paralelo en la historia política del país. Por lo visto cada cual tiene su propia idea en eso de Juntosharemos historia. Para su desgracia no hay manera de evitar que haya elección de gobernador en 2021.
Buena parte de lo que ocurre es responsabilidad de la dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional, Yeidckol Polevnsky. No es ausencia, sino presencia, pecados de acción y comisión, no de omisión, en al menos tres asuntos importantes: haber insistido en postular a Miguel Barbosa con las consecuencias que ahora se presentan; haber promovido la extensión de mandato en Baja California; y el suyo, al mentir sobre la causa y razón del beneficio fiscal que obtuvo cuando se debatían las reformas estructurales. Inexplicable que quien ha estado a cargo del partido sea la que invalide el listado de la militancia. De ser cierto, es una falta que le involucra.
El presidente López Obrador, cuando se perfila un año de su mandato habrá aprendido algunas cosas. Las más importantes son la rapidez del transcurrir del tiempo y el costo de las malas compañías, sus peores y más dañinos enemigos.
“Barbosa pasa a ser un vil rufián que no entiende que la reconciliación era la ruta obligada y no estaría allí si no fuera por AMLO”