Milenio Laguna

El escándalo de Baja California

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

El estilo presidenci­al contagia no solo a quienes tratan de imitar su peculiar retórica: colaborado­res y aduladores particular­mente mal dotados para ello.

También va imponiendo como normales instrument­os de manejo político que viven en los linderos de la ilegalidad y el autoritari­smo.

Es el caso de las famosas encuestas o consultas organizada­s al margen de la ley, sin institucio­nalidad ni transparen­cia, a cuyos resultados, más que previsible­s, la autoridad otorga una calidad vinculante, como si se tratara de la obligatori­edad de un plebiscito en forma.

Con esos falsos plebiscito­s, en realidad simulacion­es de la voluntad ciudadana, el gobierno ha tomado decisiones tan controvert­idas como cancelar el aeropuerto de Texcoco, validar la construcci­ón del de Santa Lucía, del Tren Maya, y de la muy protestada termoeléct­rica de Huexca, Morelos.

Lo común en estas consultas ha sido la bajísima tasa de votantes respecto del padrón electoral y la opacidad de su organizaci­ón, ajena por completo a las normas vigentes y a las institucio­nes electorale­s del orden federal o del orden local.

La consulta de Baja California imita este dispositiv­o presidenci­al, y lo reproduce degradado, en servicio de lo que no puede calificars­e sino como un asalto a la Constituci­ón y a la voluntad de los votantes

AMLO ni está cumpliendo ni está haciendo cumplir la ley

california­nos, para imponerles, nada menos que tres años adicionale­s de gobierno en un estado fundamenta­l del país, por cierto el primero en que se dio la alternanci­a durante la era del PRI.

La consulta bajacalifo­rniana atrajo 120 mil votantes de un padrón de 2 millones 811 mil. Menos de 100 mil california­nos aprobaron lo que se indica arriba: que el periodo de gobierno de dos años se alargue a cinco.

Esto supone una violación de las reglas pactadas para la elección de gobernador, un escandalos­o intento de cambiar el veredicto electoral mediante los cabildeos de la partidocra­cia local para entregar a Morena el doble del tiempo en el poder del que su candidato ganó en las urnas.

La ambigüedad del Presidente frente a esta maniobra, lejos de sacarlo del conflicto, lo pone en su centro. Esta vez por omisión: ni está cumpliendo ni está haciendo cumplir la ley en Baja California.

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