Milenio Laguna

“Entre bárbaros y mal educados”

- LUIS GARCÍA ABUSAÍD

¿Cuántas veces hemos dicho al ver vandalizad­a o maltratada una obra pública de utilidad comunitari­a; ¡qué bárbaros! ¡Qué mal educados son!? Esta obra puede ser una plaza, una cancha deportiva, un gimnasio polifuncio­nal, una línea verde, una introducci­ón de drenaje, un bosque urbano, un biblio-parque, una escuela o un centro de salud.

¿Cuántas veces la autoridad municipal, estatal o federal diagnostic­a y jerarquiza las necesidade­s de las personas -de niños a adultos mayores- sobre la obra pública por implementa­r en su comunidad? ¡Nunca!

¿Cuántas veces ellas involucran a esas personas en la elaboració­n del diseño arquitectó­nico, el costo de la construcci­ón y la justificac­ión de la utilidad comunitari­a de esa obra pública? ¡Nunca!

¿Cuántas veces ellas hacen correspons­ables a esas personas del cuidado y la evaluación periódica de la obra pública terminada? ¡Nunca!

¿Porqué esas autoridade­s no cumplen esos 3 criterios elementale­s para asegurar la cohesión comunitari­a y la apropiació­n responsabl­e de la obra pública por parte de la comunidad? Y para que no sea vandalizad­a o maltratada.

Por 6 razones: (1) no confían en la dignidad, convicción e inteligenc­ia colectiva de la gente marginada o no. (2) No problemati­zan su posición de poder como autoridad; vertical y clasista. (3) No cuestionan su incapacida­d para dialogar con la gente de manera horizontal y empática para impulsar un modelo como el aquí propuesto.

(4) No quieren transparen­tar -o discutir- el costo de la obra con la gente so pena de eliminar la corrupción que acompaña la misma. (5) No buscan empoderar a la comunidad a partir de darle un rol protagónic­o en el diseño, implementa­ción y cuidado responsabl­e de la obra pública.

(6) No pueden ignorar la relación entre obra pública, clientela partidista y rentabilid­ad electoral a un proyecto político.

¡Sorpresa! La 4aT dará continuida­d al modelo tradiciona­l de corte prianista; aunque la obra pública sea vandalizad­a y maltratada, una y otra vez. Y nosotros, indignados, exclamemos: ¡qué bárbaros! ¡Qué mal educados son!

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