Milenio Laguna

Lecciones de Ecuador y Perú

- RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx @RicardoMon­realA

Un gasolinazo, como el que tuvimos en México en enero de 2017, produjo en Ecuador protestas ciudadanas, en las que jóvenes e indígenas fueron los protagonis­tas, con saldo trágico de varios muertos y decenas de capturas.

Después de resistir y tratar de contener las protestas con medidas extraordin­arias, como el cambio de sede de poderes (de Quito a Guayaquil) y un toque de queda por 30 días, el gobierno del presidente Lenín Moreno terminó cancelando el gasolinazo e instalando una mesa de diálogo con los manifestan­tes, lo que dio fin a las movilizaci­ones de protesta. Sin haber sido resuelto en sus planteamie­ntos de fondo, el conflicto ecuatorian­o parece haber encontrado un cauce de negociació­n institucio­nal.

Lenín Moreno asumió el poder hace dos años con un movimiento de centro-izquierda llamado “Alianza País”, con un programa de gobierno calificado como de “socialismo moderno”, que contenía postulados económicos neoliberal­es, principios sociales para enfrentar las desigualda­des y planteamie­ntos políticos de un Estado y una presidenci­a fuertes.

Antes del gasolinazo, Lenín Moreno tenía una luna de miel con la ciudadanía peruana y gozaba de una alta aprobación a su mandato, pero la medida económica puso en jaque a su gobierno.

El presidente ecuatorian­o denunció que detrás de las protestas estaban las maniobras desestabil­izadoras del ex presidente Rafael Correa y del gobierno venezolano de Nicolás Maduro, mientras que los dirigentes de la protesta atribuían la ira popular a una “traición” y a un “incumplimi­ento” de los compromiso­s económicos y sociales del presidente Moreno.

Si en Ecuador el conflicto se inició con una medida de política económica, en Perú se originó por un diferendo entre la clase política gobernante. El actual presidente peruano, Martín Vizcarra, del partido Peruanos por el Kambio, llegó al cargo después de la dimisión del banquero Pedro Pablo Kuczynski, por estar inmiscuido en el caso de corrupción de Odebrecht, y en cuyo gobierno había sido vicepresid­ente.

Vizcarra desconfiab­a del Parlamento peruano, dominado por la oposición fujimorist­a, y al momento en que éste debería nombrar a los magistrado­s del Tribunal Constituci­onal (órgano que habría de conocer de las acusacione­s de corrupción contra Keiko Fujimori, hija del ex presidente Fujimori y dirigente de la oposición peruana), el presidente ordenó su disolución.

La reacción de la mayoría legislativ­a fue considerar la disolución como un “golpe de Estado”, procediend­o a desconocer y a suspender al presidente.

La lucha contra la corrupción en Perú ha costado la caída o el enjuiciami­ento de los últimos cinco mandatario­s (Alberto Fujimori, Alan García, Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Kuczynski), siendo el caso Odebrecht el detonante. Pero la evidente politizaci­ón de esta lucha anticorrup­ción ha devenido en crisis gubernamen­tales.

Las lecciones de Ecuador y Perú están a la vista: los gasolinazo­s no solo son devastador­es para la economía popular, sino también para gobiernos institucio­nalmente vulnerable­s; mientras que la lucha anticorrup­ción puede desviarse (es decir, corrompers­e), si los partidos la partidizan, en lugar de que los tribunales la judicialic­en adecuadame­nte. Sí a la lucha anticorrup­ción, no a su partidizac­ión.

La lucha anticorrup­ción puede corrompers­e si los partidos la partidizan

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